TOLVANERA / Alivio

AutorRoberto Zamarripa

Estremecidos por la violencia, asustados por la crisis económica, apremiados por los resultados electorales, los tres factores, uno por uno, como fuera, pero sin duda influyeron para que en octubre las principales fuerzas políticas lograran un realineamiento impensado.

Lo que no hizo la política de fuerza lo pudo la política económica. Lo que no logró la débil política interior, lo provocó la urgencia económico-financiera.

El avance en la negociación de un acuerdo en materia petrolera, la aprobación unánime de la Ley de Ingresos y de las medidas inscritas en el denominado Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo significan el resultado tangible de ese realineamiento.

Las decisiones son insuficientes a la luz de las grandes necesidades de desarrollo energético de México y de los nubarrones de recesión derivados de la crisis financiera internacional y los rezagos mexicanos.

Quizás para otros sean meros parches o decisiones de pedacería. Podrá entenderse que no hay espacio para reformas de mayor calado pero tampoco lo hay para la profundización de las diferencias y la polarización eterna.

El realismo político alcanza para un avance pequeño. El pragmatismo teje acuerdos del día siguiente aunque evita los desastres largamente anunciados. Las disyuntivas siempre serán discutibles. ¿Qué es mejor acuerdito o tribunazo? Aunque visto de otro modo es agradecible que en el tema que enervó ánimos en el 2008 se haya arribado a puntos de coincidencia entre todas las fuerzas políticas.

La estrategia gubernamental en materia de seguridad basada en el desplazamiento reactivo de efectivos militares y policiacos a zonas de conflicto, y en una simplona estrategia mediática que de cada detenido, pequeño o grande, inventaba una hazaña, ahondó las debilidades de gobernabilidad no sólo federales sino locales.

Las granadas arrojadas en la plaza de Morelia advirtieron de la descomposición. Los responsables probablemente no pensaron en la implicación política sino en el mero desplante. El atentado ocurrió en un municipio gobernado por el PRI, dentro de un estado gobernado por el PRD, y de donde es originario el presidente Felipe Calderón, de filiación panista. Quien esté libre de miedo que tire la primera renuncia.

La secuela política del atentado en Michoacán se ha extendido a la preocupación común por el desafío criminal. Cuando el gobernador michoacano, Leonel Godoy, acudió con sus homólogos perredistas a pedirles una moderación en la conducta contra el...

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