'Todos merecemos ser escuchados'

AutorYanireth Israde

La poeta Dolores Castro, quien el pasado lunes cumplió 98 años, abre surcos, y no sólo en el jardín de su casa: muros dentro, prosigue el arado de palabras para hacerlas germinar con los alumnos de sus talleres.

"Si tengo esta larga vida es porque tengo algo que hacer. por eso sigo dando mis talleres", dijo la escritora en 2018.

Tres años después, en medio de una pandemia que ha mudado los encuentros grupales a la plataforma digital Zoom, Castro preserva el fervor ante el texto que madura.

"Por la edad, y por toda la situación de la pandemia, de pronto (su ánimo) decae, pero cuando empiezan a llegarle los textos de sus alumnos es como si fueran vitamina: le gustan muchísimo", comparte la hija de la también narradora, ensayista y crítica literaria, la pedagoga Dolores Peñalosa Castro. Ella le imprime, con letra grande, cada texto, aunque también puede leerlos con ayuda de una lupa.

Aunque la visión y el oído se han debilitado, la Premio Nacional de Artes en Literatura 2014 se mantiene saludable, vivaz, y su afición al jardín intacta, con predilección por las limas. "La fruta, no el árbol", aclara Peñalosa Castro.

Juntas salen al jardín porque a la poeta le regocija mirar el naranjo, el limero, las bugambilias y las jacarandas, entre otros árboles.

Uno de sus poemas más conocidos alude precisamente a un árbol, el huizache, en cuyos versos resuena la sequía de Zacatecas, donde transcurrieron sus primeros años, aunque nació en Aguascalientes en 1923. Luego enraizó en la Ciudad de México y en su casa de Lomas de Sotelo, la más frondosa de su calle, donde radica desde hace más de 60 años.

Por estos días, la también ganadora de la Medalla José Emilio Pacheco 2016, miembro del grupo Ocho Poetas, al que también pertenecieron Rosario Castellanos, Efrén Hernández, Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Honorato Ignacio Magaloni, Octavio Novaro y Javier Peñalosa -con quien se casó-, intenta forjar un poema que compara el amor con un colibrí.

"Sigue muy motivada por vivir. Sólo necesita que uno le respete sus ritmos", dice su hija.

MAR DE ENSEÑANZAS

El respeto a sus alumnos distingue el desempeño de Castro como maestra, señala la escritora Orquídea Fong, su alumna entre 1988 y 1992. "El respeto absoluto a las personalidades, estilos, intereses y afanes de sus alumnos. La actitud de aprendizaje que ella, la maestra más enorme que yo haya conocido, adopta hasta con el más novel de los estudiantes. Su capacidad de verlo todo nuevo, de seguir bebiendo...

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