Al Tiro / ¿Pato melolengo?

AutorPaco Navarrete

Una de las poquísimas tradiciones que los sistemas políticos de México y EU compartieron por varias décadas fue la del "lame duck" o "pato herido", y se refiere a los políticos que en su último año de gobierno son aún más inútiles que en los anteriores y sólo esperan a su relevo para entregarle la oficina, de preferencia vacía.

En realidad, más que herido, "lame duck" se refiere al pato lisiado, al incapacitado por una lesión -por ejemplo en un ala- que le impida moverse con libertad. Es difícil de traducir la imagen al español, por lo que tendré que recurrir a un vocablo de mi primo Ramonché, del merito La Paz, BCS, para definirlo con precisión: "churido", pero pronunciado a la norteña, como en "ese pato está shurido".

Así, sí.

Pues bien, un pato shurido es ahora George W. Bush, como lo fueron en su último año de Gobierno todos sus antecesores que ya habían sido reelegidos una vez -y por lo tanto no podían competir de nuevo-, como Reagan, Clinton o el Bush más viejito.

Y aunque nunca tuvo aquí ese nombre, la del pato shurido fue también una pintoresca costumbre en los tiempos del magnífico régimen priista. Aunque otras fueron las razones: una vez designado su sucesor, tras el inapelable método del dedazo, el gobernante daba un discreto paso atrás para que su delfín hiciera lo que era menester, empezando precisamente por desmarcarse del prohombre que lo había encaminado al trono por el simple poder de su firma (y sus destos), para luego pasar a entonar discursos cada vez más incendiarios, señalando los peores errores de sus antecesores... y una vez ratificado en el trono, mediante el trámite engorroso de las elecciones, pasar a repetir todos y cada uno de ellos.

Y ese paso atrás que daba el gobernante aún en funciones, le significaba un año, más o menos, de oscuridad, pues todos los medios se enfocaban en el hombre en campaña. Lo bueno es que entonces se podía dedicar con toda tranquilidad, a preparar el proceso de entrega-recepción y su legado para la posteridad. Claro, es un decir. Para lo que en realidad se preparaba era para empacar hasta las grapas de la oficina y, en su caso, de los ceniceros de la residencia oficial... y sobre todo, para llevarse lo que aún hubiera sobrado del presupuesto a su cargo.

Así...

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