AL TIRO / Pausa decembrina

AutorPaco Navarrete

Tanto nos machacan con esta es la época de regalar, de darle ilusión a los niños y de organizar grandes festines, pero el verdadero espíritu de estos días realmente empieza cuando termina la ilusión de los infantes.

Una vez que les queda claro que no hay seres mágicos que les traen regalos como si fueran la mismísima encarnación divina, las cosas empiezan a correr cuesta abajo.

Vayan los antropólogos a saber, pero nuestra sociedad se sumerge en un frenesí de compras de pánico y como manada sobrepoblada de lemmings -esos adorables y suicidas roedores escandinavos-, nos dirigimos sin pausa ni para respirar al precipicio del consumismo.

Por eso, pasada la edad de las ilusiones, cuando los retoños entienden que los regalos provienen, en su mayor parte, de sus ajetreados padres, decía, las cosas vuelven a un curso más natural.

Es el tiempo en que puede uno bajarse del carro, el camión urbano o el tranvía eléctrico para disfrutar de la pausa decembrina.

Más satisfactorio es admirarse de los congéneres enfrascados en la vorágine del consumo: amas de casa despeinadas, oficinistas y demás Godínez con la corbata desacomodada, cargando más paquetes que un convoy de mulitas del siglo 19, esquivando el tráfico con temeridad y subiendo con agilidad en automotores atestados, sólo para perder el ritmo sin remedio ante la marea calma y los bocinazos de las calles saturadas hasta el horizonte.

Y uno, tan campante.

Quizá a eso se referían los ancianos de la tribu con "recuperar el espíritu de las navidades", que es en esencia el mismo de todo periodo vacacional, pero sumado a la sensación de un ciclo que se cierra.

A la ancestral costumbre de terminar con el año un ciclo, para empezar otro. Los aztecas lo tenían muy claro, y como la precisión astronómica no les permitía coincidir el cronograma con sus 18 meses de 20 días, inventaron que los 5 días restantes había que tiznarse la cara y encerrarse a ver si no se les caía el cielo encima.

Luego organizaban una bonita fiesta del fuego nuevo... y seguro sacaban algunos corazones ajenos para celebrar la mexicana alegría.

Así las cosas, quizá no suena tan bárbaro eso de salir a gastarse el aguinaldo en regalos de poca utilidad y toda la comida -y bebida- que permita el presupuesto.

Y sólo queda un escollo: la temida salida de vacaciones. A como están las cosas, los únicos que pueden salir al extranjero son los de siempre: los de abultadas cuentas en el banco o acceso a créditos temerarios, sin...

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