AL TIRO / Nevado atolladero

AutorPaco Navarrete

Casualidades trágicas: me encontraba escribiendo este artículo acerca de los embotellamientos de tráfico estacionales en las laderas del Nevado, cuando me enteré del accidente en que perdieron la vida seis de los siete pasajeros de una camioneta que se desbarrancó justo ahí, cuando se dirigían a ver la nieve.

De lo que yo iba a escribir era que, aunque el mero sur de Jalisco es mi patria chica, nunca había ido a visitar la cima del Nevado hasta el año pasado, cuando cargué con mujer y chiquillos a Zapotlán el Grande; dormimos ahí y en la mañanita nos vestimos doble: nos pusimos doble calzón, calcetín doble y chamarra también doble... sólo para irnos encuerando también por partida doble a medida que nos íbamos acercando al coloso, a vuelta de rueda y envueltos en un terregal que haría palidecer de envidia al temible "simún", el viento abrasador del desierto africano que puede levantar verdaderas tormentas de arena, como las que aquí levanta un vehículo tras otro, en la trasegada ruta que va hasta la cima misma del extinto volcán.

No sé qué tan millonario sea el municipio de Arreola, Orozco, doña Consuelito y los Navarrete Núñez (es más, no sé siquiera si toda la ladera norte del cerrote pertenezca a Ciudad Guzmán), pero sí creo que podrían ponerse las pilas y ofrecer una mejor manera de acercarnos a la cima, e ingresar algunos recursos a sus arcas.

Les platico: agarra uno rumbo al Llano Grande (el mismo de Pedro Páramo y mi abuelo Pancho) y adelante de El Fresnito se encuentra la brecha para subir... cubierta de una nube de polvo. De ahí en adelante, según sea la hora y la suerte, se podrá avanzar con relativa rapidez... si va uno a pie, porque los carros no tardan en hacer largas y lentas filas en esta temporada, con el agravante que los deportistas que fueron a respirar el aire puro de la montaña se encontrarán con una carga de Imecas más densa que Miravalle en plena inversión térmica, y con el aderezo de la ya citada nube de polvo más fino que el talco, que tanta fama diera al Llano en Llamas, allá tras lomita.

Y a medida que se va descendiendo, la cosa se pone peor. Y peor. Entonces, de pronto, no se puede avanzar más; con dificultad encuentra uno donde estacionar el armatoste, le coloca una piedra...

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