En el tintero

AutorCuauhtémoc Velasco Ávila

Desde el inicio del régimen saliente fue más que evidente el desdén por las actividades culturales, así como el desprecio del Ejecutivo por los intelectuales o simplemente por las personas que tienen predilección por la creatividad y el estudio. La estrecha relación de Sari Bermúdez con la "pareja presidencial" ha sido determinante en la debilidad e inconsistencia de su propia propuesta cultural.

Bermúdez también falló en su propósito de construir un marco jurídico unitario para el sector cultural y dotar de personalidad jurídica propia al "organismo rector". Se sabe que en los primeros años de su gestión hizo varios intentos de formular una propuesta jurídica, mismos que quedaron en el tintero y no se atrevió a sacar previendo un rechazo de la comunidad cultural.

En 2004, se hizo público uno de esos borradores que inmediatamente fue criticado y rechazado, pero del cual los funcionarios de Conaculta nunca reconocieron paternidad. No fue hasta septiembre de 2005 que finalmente Sari presentó su propuesta para una Ley de Fomento y Difusión de la Cultura, que repetía los mismos defectos del borrador anterior, a saber: la centralización de la toma de decisiones y presupuestos en la figura del presidente de Conaculta, la invasión de funciones del INBA y el INAH, un apoyo irrestricto y discrecional a las llamadas "industrias culturales" (mejor conocidas como consorcios televisivos y de telecomunicaciones) y la utilización del patrimonio arqueológico e histórico en beneficio de empresas turísticas.

Ese mismo proyecto de ley contenía un intento desfigurado para promover la "participación organizada de la sociedad", que fue una de las vagas ideas de su programa (recordemos la enigmática "ciudadanización"). Esa iniciativa reduce la participación ciudadana a casi nada, pues, como sabemos, el consejo dejó de ser tal desde hace tiempo, y los mecanismos para esa participación en el proyecto serían eventuales, honoríficos y definidos por los mismos funcionarios en turno. Es decir, ciudadanos inofensivos escogidos, cuya opinión se ajuste de entrada a las preferencias de quienes los designan.

Los avatares de ese (hasta ahora) malogrado proyecto de ley son conocidos: algunos incondicionales del Legislativo intentaron mejorar a la criatura, sin alterar sus aspectos esenciales, pero no han logrado siquiera un dictamen de la comisión de cultura (y esperemos que así siga por el bien de la cultura).

Otro objetivo de Bermúdez fue "hacer de México un país de...

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