De política y cosas peores / Jugadores de ajedrez

AutorCatón

Le preguntó el auditor a don Algón: "¿Cuántos empleados tiene en su oficina, por sexo?" "Nada más mi secretaria -respondió él-. Los demás han entrado por méritos"... El maestro de Geografía Mexicana le preguntó a Pepito: "¿En qué estado corre el río Colorado?" Respondió el chiquillo: "En estado líquido"... Aquella ventrílocua actuaba desnuda de medio cuerpo arriba. Así nadie se daba cuenta de que movía los labios... Astatrasio Garrajarra le comentó a un amigo: "No he podido quitarle a mi mujer la manía de estar despierta hasta las 5 de la mañana". "¡Qué barbaridad! -se sorprendió el amigo-. Y ¿qué hace ella todas esas horas?" Contesta Garrajarra: "Esperar a que yo llegue"... Doña Frigidia no era como esas mujeres que le regatean amor a su marido diciéndole: "Hoy no, me duele la cabeza"; "Estoy muy cansada", o: "Los niños nos van a oír". Ella siempre estaba disponible. Solamente le decía a su esposo: "Pero no me despiertes, y cuando acabes tápame"... Me gusta mucho ir a la Casa de Tlaxcala, en la calle de San Ildefonso de la Ciudad de México. Ocupa una antigua finca en la cual hay un restaurante donde se disfruta a precio inverosímil la rica comida tlaxcalteca, y una pequeña tienda que ofrece a precios inverosímiles las bellas artesanías de ese estado. Pero además me agrada ir ahí porque en esa casona se hospedó José Martí. Una de las varias locuras que con amor cultivo es el ajedrez. Y Martí -el dato no se conoce mucho- fue un extraordinario ajedrecista, jugador con talla de campeón. Por el tiempo en que el prócer cubano llegó a México vivía en la capital un peluquero español llamado Mariano Eguiluz, también gran aficionado al ajedrez, tanto que cedió una habitación al lado de su barbería para que ahí se practicara ese infinito juego. Cierto día Martí se apersonó en el local y le dijo a don Mariano que deseaba medirse con algún buen ajedrecista mexicano. El fígaro le dijo que al día siguiente, a tal hora, le tendría preparado un gallo. Puntual llegó el de Cuba. Alegre y fanfarrón le preguntó al barbero: "¿Dónde está el gallo?" "Tendrá usted que perdonarme, don José -le respondió con una sonrisa Eguiluz-. No le tengo un gallo. Le tengo un pollo. Mejor dicho: un pollito". Y le presentó al jugador con quien se mediría: un niño de 7 años...

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