Teurgia: camino de Jamblico a lo inefable.

AutorMolina-Ayala, Jos

En el presente artículo intentaré exponer, desde una perspectiva ya libre de prejuicios y actualizada, una oposición --acaso aparente, pero motivada por diferentes concepciones metafísicas-- entre la vía elegida por Plotino para ascender al Uno y la de Jámblico: a diferencia de Plotino, que postulaba el abandono de todas las cosas y concebía la unión con el Uno como una huida de un solo al Solo, Jámblico, al optar por la teúrgia como camino de ascenso hacia lo absolutamente trascendente, propone explícitamente una mística que podría denominarse de "comunión", no sólo con el cosmos, sino también con las otras almas. Si al hablar de Jámblico parezco imitar a Sócrates, que hablaba siempre las mismas cosas, incluso acerca de los mismos asuntos,1 válgaseme como disculpa la sentencia platónica de acuerdo con la cual es bueno decir y analizar dos o tres veces lo que es bello. (2)

En La ciudad de Dios, San Agustín afirma: "los filósofos famosísimos más recientes, a quienes pareció bien que Platón debía de ser seguido, no quisieron llamarse peripatéticos o académicos, sino platónicos. Entre éstos, por su gran fama, se encuentran los griegos Plotino, Jámblico, Porfirio." (3) Estas líneas ponen de manifiesto el prestigio que rodeaba a esos filósofos, aun cuando ya hacía tiempo que habían muerto. (4) Dado que se llamaban "platónicos", resalta el hecho de que se concebían a sí mismos como un renacimiento de doctrinas, según ellos, legítimas de Platón o incluso más antiguas, (5) y no hay en la expresión agustiniana nada que sugiera que ese movimiento filosófico deba tenerse como el canto del cisne de la filosofía griega; por el contrario, se percibe renovada vitalidad. Hay que notar el orden en que San Agustín los menciona, un tanto sorprendente, porque pone a Jámblico detrás de Plotino, aunque Porfirio haya sido discípulo de Plotino y supuesto maestro de Jámblico. Tanto si el orden es ascendente o descendente en la intención del obispo, Jámblico ocupa un lugar destacado, y, a juzgar por las noticias de la época, Jámblico, saludado usualmente como el "divino" o con otros títulos no menos elogiosos, fue, en esa tradición filosófica, de mayor importancia que Plotino, aunque esto parece inusitado, ya que Plotino tiene mayor reconocimiento en la tradición occidental. Tratándose de Jámblico, nos enfrentamos, según San Agustín, a una figura de gran importancia dentro del platonismo inaugurado por Plotino. (6)

Ahora bien, uno de los rasgos característicos de este renacimiento platónico es la lectura que hace del diálogo Parménides: en esa lectura, el filósofo de Elea se ve obligado a dar un ejemplo de su método dialéctico; para ello, tiene que exponer las consecuencias alternativas para el Uno y para la multitud, suponiendo que el Uno es y que no es. El diálogo se desarrolla mediante un grupo de hipótesis que, según Porfirio y Jámblico, son nueve, de las cuales las tres primeras fueron interpretadas por Plotino en clave ontológica; es decir, según Plotino, las primeras hipótesis del diálogo se refieren a los principios más altos de todo cuanto existe. La primera hipótesis se refiere al Uno; la segunda, al intelecto, y la tercera, al Alma del mundo. (7)

Leer a Platón e interpretarlo a la manera de Plotino fue derrotero de la filosofía subsiguiente; con la ascesis plotiniana parecía que la asimilación con dios ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) propugnada por Platón en el Teeteto, (8) había encontrado un método. Para unirse al Uno, había que entrar en un proceso de conversión y elevación del alma: tomar conciencia sobre la propia dignidad y liberarse del mundo material; el alma debía recordar su propio linaje y tener presente la vileza de las cosas a las cuales está apegada y a las cuales considera, dada su enajenación, como algo honorable. (9) Una manera sumaria de enunciar el objetivo del alma es "abandona todo" ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]); Plotino lo expresa así literal mente:

éste es el verdadero fin del alma: tocar aquella luz y, con la misma, contemplarla; no con luz de otro, sino contemplar la misma luz por la cual también ve. En efecto, es preciso que el alma contemple esta luz a través de la cual fue iluminada; pues ni siquiera ve al sol a través de la luz de otro. ¿Cómo, entonces, podría darse esto? Abandona todo. (10) Visto de otra manera, pero equivalente, desde el punto de vista del sujeto que asciende, desde el alma, el camino de ascenso hacia el Uno debía hacerse de tal forma que, desprendida de todo, conseguida la soledad, el alma llegara a la presencia del Uno, que también está solo; era, precisamente en la expresión plotínica, una "fuga de un solo hacia el Solo", ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]). (11) Se estableció, entonces, un camino ascendente de purificación y de búsqueda de las virtudes: primero las naturales, después las éticas, posteriormente las políticas y las catárticas, y finalmente, las teoréticas o contemplativas. Pero el objetivo final de ese ascenso cada vez más solitario no era llanamente la pureza y la virtud por sí mismas, sino que el objetivo, hay que recordarlo, radicaba en la propia "deificación". Aunque uno se esfuerce por ser puro y virtuoso, "sin embargo", dice Plotino, "el afán no es estar sin error, sino ser dios". (12) A las virtudes plotínicas, Porfirio añadirá las llamadas virtudes paradigmáticas, porque le interesa poner el énfasis en el carácter intelectual del ascenso hacia el Uno; en cambio, Jámblico añadirá las virtudes teúrgicas. (13)

Porfirio, refiriéndose a Plotino, nos cuenta:

así, sobre todo a este divino mortal, muchas veces, mientras se impulsaba a sí mismo hacia el dios primero y que está más allá, mediante sus nociones y de acuerdo con las vías indicadas por Platón en el Banquete, se le apareció aquel Dios que no tiene ni forma ni aspecto y que está asentado sobre el intelecto y sobre todo lo inteligible. A éste, entonces, también yo, Porfirio, una sola vez digo haberme acercado y haber sido unido, cuando vivía mi año sexagésimo octavo. Así pues, se apareció a Plotino, hallándose cerca el objetivo. En efecto, tenía él como fin y objetivo el ser unido y acercarse al dios que está sobre todas las cosas. Y alcanzó cuatro veces quizá, mientras conviví con él, este objetivo, por una actividad inefable y no por potencia. (14) Así pues, la unión con el Uno, aun para Plotino, parecía sobrevenir después de un itinerario intelectual que recorría las etapas trazadas por Platón en el Banquete. Damascio, el último diádoco del platonismo, a propósito del desarrollo de la escuela afirma: "unos prefieren la filosofía, como Porfirio, Plotino y otros muchos filósofos; otros, la hierática, como Jámblico, Siriano, Proclo y todos los hieráticos". (15) Nótese que entre los platónicos mencionados que prefieren la filosofía no hay nadie posterior a Porfirio, y que aun éste es mencionado antes de Plotino; en cambio, entre los hieráticos, el orden cronológico es progresivo y se menciona a Jámblico en primer lugar. Pero ésta no es una división tajante entre los platónicos: los hieráticos también hacían filosofía, y los filósofos también practicaban ritos, como se ve en la Vida de Plotino de Porfirio; pero el pasaje citado de Damascio señala cierto cambio de vía para unirse con el Uno, la cual muestra que, a partir de Jámblico, la teúrgia y la mántica aparecen como método, no sólo privilegiado sino único y consistente, para unirse con el principio Uno de todo lo que existe, porque dicho principio está por encima de lo racional y es fundamento de lo racional. No hay que olvidar que, después de todo, fue Plotino quien puso al Uno más allá del Intelecto, de modo que, dado el caso, a él y no a Jámblico debe reprochársele la supuesta fuga hacia lo irracional. (16) Dicho de otra manera, como Jámblico merece las alabanzas que a veces se le procuran a Plotino, éste merece también las censuras que a veces se le han prodigado a Jámblico. A la distancia, ambos parecen más cercanos de lo que se pensaba, e incluso no ha faltado algún estudioso que considera la postura de Plotino derivada de las prácticas rituales contemporáneas y compatible con el modelo de teúrgo ofrecido por Jámblico. (17)

Cabía preguntarse, empero, sobre la causa del supuesto cambio hacia el ritual introducido por Jámblico en el neoplatonismo, y se habían propuesto varias soluciones. Para algunos, como Eduard Zeller, Jámblico representaba la antítesis irracional del racionalismo plotiniano, pues había puesto a la filosofía al servicio de la religión. (18) Para Dodds, el célebre autor de Los griegos y lo irracional, los filósofos platónicos, como si fueran hombres en crisis, sucumbieron ante la magia; (19) se ha hablado también de Jámblico como alguien que provocó la depravación de la filosofía; (20) se ha explicado la vuelta hacia el ritual como afán proselitista frente al auge del cristianismo; la explicación más socorrida fue el eclecticismo filosófico y el sincretismo religioso de la época: Jámblico sería el resultado de la irrupción de fuertes tendencias orientalizantes que habrían desvirtuado la racionalidad griega. Esta explicación parecía confirmada por el hecho de que la única obra de Jámblico que se conserva completa era más conocida por el título que le dio Marsilio Ficino en su traducción latina: Acerca de los misterios de los egipcios, de los caldeos y de los asirios.

El verdadero título de la obra es Respuesta del maestro Abamón a la "Epístola a Anebón" de Porfirio, y soluciones de las dificultades que se encuentran en ella. Se trata de la parte resolutiva de una investigación emprendida por Porfirio mediante la formulación de preguntas y el planteamiento de dificultades. La mencionada Epístola a Anebón de Porfirio, hoy perdida, no sólo cuestionaba sino que, más bien, ironizaba a quienes hacían de los ritos la vía de acceso para unirse con el Uno. Por ejemplo, Porfirio cuestiona que los dioses pidan que quien hace un sacrificio esté libre de contactos sexuales, mientras los dioses mismos no vacilan en llevar...

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