Teresa del Conde / Las palabras y los entes

AutorTeresa del Conde

Al iniciar este escrito en el que me sumo con entusiasmo a la celebración de los 90 años de Leonora Carrington, recibí una carta de Sergio Fernández (profesor emérito de la UNAM y, como bien se sabe, hombre muy versado en el Siglo de Oro, excelente narrador y experto en tarot). La carta versa sobre Giordano Bruno tomando como punto de referencia la escultura decimonónica que lo conmemora en el muy romano Campo dei Fiori, donde fue quemado en la hoguera por hereje el 17 de febrero de 1600. En aquella plaza entonces medio descampada, donde ya se erguía el Palazzo Farnese, se realizaban carreras de caballos, juegos de pelota y ejecuciones capitales que siempre atraían mucho público.

Lo primero que me vino a la mente al leer la carta del Dr. Fernández fue el cuadro de Leonora Carrington The Burning of Bruno, realizado en 1964. Leonora abomina de los procesos inquisitoriales de cualquier índole y de allí su homenaje al pensador que propuso en su obra la coincidencia de los opuestos expresando que "infinitas horas no son más ni menos que infinitos siglos... A la proporción, semejanza, unión e identidad del infinito no te acercas más siendo hombre que siendo hormiga... Ciertos accidentes animales multiplican las especies de la animalidad... Profunda magia es saber sacar el contrario, después de haber hallado el punto de unión". El cuadro al que aludo no es descriptivo de una escena, pero sí del pensamiento de Leonora, ya fuere el que ha depositado en sus imágenes pintadas, esculpidas o ensambladas, que en lo que ha vertido a través de la palabra. Es bien sabido, sus novelas breves, o short stories, han dado la vuelta al mundo a partir de La dama oval, que escribió en Saint-Martin d'Ardèche -sur de Francia- cuando era una hermosísima joven que compartía el tiempo de vida con su entonces amante y mentor: Max Ernst.

Una (una entre otras) de las personificaciones más recurrentes en Leonora es el caballo. En la narración mencionada existe la amenaza por parte del anciano que representa la autoridad, de quemar al caballo Tártaro, "voy a quemarlo yo mismo hasta que no quede nada de él". Tártaro es un hobby horse, un caballito de balancín como el que aparece en su autorretrato también de 1937 levitando en la pared, en tanto que el Tártaro "real" (en verdad es un psicopompo, portador de almas) se entrevé por la ventana, galopando. Su iconografía es pródiga en caballos, a veces tienen rostro de mujer y senos, como los que tiran del carromato en el cuadro...

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