Al Tercio y en los Medios/ Las ilusiones de un torerillo

AutorJosé Luis Ornelas

Llegó un día antes del festejo. Como pudo se hospedó en una casa a la orilla del pueblo. La muleta le sirve de almohada y el viejo capote de cobija. El frío es intenso y la noche muy larga.

En la madrugada escucha ladrar a los perros, no puede dormir. Un par de hombres alumbrados por el alcohol, cruzan la calle desentonando canciones rancheras y vociferando gritos que no se entienden. Por fin la luz del día asoma por la ventana cubierta mitad con cristales, mitad con plásticos sucios.

Al levantarse se encuentra solo. El desayuno apenas un pan y café caliente. Es hora de ir a la plaza a ver los toros. Por el camino, al verle al hombro el desteñido traje, otrora de luces, los chiquillos le siguen hasta el vetusto coso pueblerino. Le preguntan de todo y él se siente importante.

Al llegar a los corrales encuentra a la gente del pueblo en torno al empresario taurino. Con gafas oscuras y un sombrero raído, el hombre aquel dicta órdenes y cobra dinero. El torerillo se presenta y aporta lo convenido. "¡Ese es el tuyo!", señalando un novillo grande y destartalado, con un par de pitones plomizos y descuadrados, pero así de grandes, que asustan.

Todo está listo, regresa a la casucha para vestirse de torero. Un lugareño muy dispuesto se apresura a servirle de mozo. Como lo entienden, se calza el traje de torear y ponen orden en los deshilado avíos. Una hora antes de que inicie la novillada, vuelve a la plaza por el polvoriento camino, muy ufano al sentirse ya torero. Por el recorrido la gente le ve...

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