“Tengo la casa llena de botellas”

XALAPA, Ver., noviembre 15 (EL UNIVERSAL).- Sus pasos transitan entre las aguas del Golfo de México y un pedacito de tierra veracruzana llamado Alvarado. Es Eusebio Eslava Rodríguez, de 66 años de edad, quien con dos bolsas de basura a cuestas y un costal peregrina la mayor parte de su vida a la orilla de la carretera federal Veracruz-Coatzacoalcos.

De arrugas pronunciadas, con pocos dientes y el cabello canoso atado a una coleta, camina cuatro veces a la semana —lo mismo bajo los intensos rayos del sol que en medio de la lluvia— un total de 40 kilómetros, siempre en solitario, absorto en sus pensamientos.

En los últimos 30 años, desde el mítico puerto de Alvarado, donde tiene su hogar, hasta los municipios de Ángel R. Cabada y Lerdo de Tejada, cumple con el ritual de andar en busca de su preciado “oro” y su sustento.

Casi la mitad de su existencia ha hurgado entre los matorrales y las arenas de las dunas para localizar envases vacíos de plástico y de aluminio, que a la postre vende para obtener recursos y mantener su estilo de vida.

Para los miles de automovilistas que transitan frecuentemente por esa ruta, su presencia es cotidiana y su figura es parte de los hermosos paisajes que brinda la región, con un enorme mar azulado, extensiones de dunas que se mueven al antojo del viento y pequeñas lagunas al otro costado.

“Siempre encuentro botellas, toda la vida…”, relata el hombre ataviado con una visera, con dos bolsas negras llenas de envases y un costal de plástico con unas pocas latas de aluminio, pero también con un pasado a cuestas.

Originario de esta región, de joven emigró al Distrito Federal, donde se refugió en el Mercado de Las Vigas para vender productos del mar, esos que conoció desde chamaco.

Tuvo una mujer, aunque hijos jamás los menciona. Fue feliz, dice. Pero luego la tragedia llegó a su vida al volver a Veracruz. Ambiguo en su relato, asegura que quisieron arrebatarle su patrimonio y fue a caer a prisión.

Jamás menciona el delito por el que acabó tras las rejas, porque —dice— esa es otra historia, su historia presente es la carretera, a la que llegó desde que abandonó su encarcelamiento y desde entonces jamás falta a su cita.

Cuando camina en solitario, comenta con amabilidad pero con hastío, nada piensa, salvo que ya no se encuentra a gusto en Alvarado.No pienso en nada, pensaba en irme, pero no puedo irme...

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