Teje historias en silencio

AutorSilvia Ruano

Fotos: Claudia Susana Flores

A veces hace falta abrir los ojos al doble para cerrar, cuando menos por un rato, los oídos y la boca...

Sobre todo cuando el ruido se cuela por todas partes y despojadas ya de su significado, las palabras saturan el ambiente sin decir nada: cuando el mundo tiene sed de silencio.

Marcel Marceau lo tiene claro. Por eso él habla, canta, recita, crea e incluso puede transportarse con todo un auditorio a mundos fantásticos sin pronunciar una sola letra, sin la resonancia perfecta de la era digital, pero con la elocuencia y el alcance de la frase maestra del mejor poeta.

El maestro francés de la mima no necesita luces de neón ni las imágenes de alta resolución que se persiguen unas a otras a velocidad luz para capturar ojos y corazones.

A él le bastan sus manos voladoras, la ligereza de su cuerpo y el poder gestual de cada línea de expresión acumulada en el rostro que ha visto pasar 72 años y así lo demostró anoche, cuando por quinta vez en su carrera se encontró con el público regiomontano en el Auditorio Luis Elizondo.

Ahí, una vez plantado sobre el escenario, a Marceau le bastaron unos minutos para atrapar al más renuente de los espectadores que, pese a la lluvia, llegaron al teatro y ocuparon tres cuartas partes de sus butacas.

Cincuenta y dos años de genialidad quedaron de manifiesto cuando el telón subió y la blanca figura del mimo con su traje de siempre surgió para saciar tanta sed de calma silente.

Convertidas en alas, primero tímidas, después cada vez más agresivas, sus manos se apresuraron a pintar la creación del mundo.

Luego, con gestos puntuales y frases tan cortas como directas y claras, el mimo llevó al público hasta "El Jardín Público" donde cada par de ojos pudo recrear el paisaje típico: el niño que juega a la pelota sin pensar en nada más; la pareja de enamorados que se deleita en cada beso; el conversador compulsivo y el paciente escucha.

Con exquisitez de movimiento y dominio expresivo contó también la tragedia de las aves que atrapan los pajareros y relató, paso a paso, la condena a muerte de un delincuente culpable en "El Tribunal".

Hoy, en la era cibernética, hay quienes aseguran que Marceau está pasado de moda, que su buen Bip no puede impactar a las juventudes acostumbradas a la prisa y el ruido, que los años le cayeron encima y que por eso perdió vigencia.

Pero su poder gestual es avasallador: no necesita más que levantar las cejas, dejar que sus ojos crezcan brillantes y liberar sus manos...

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