Entre Taza y Taza/ Para degustar

AutorFelipe González

Si guardamos la proporción debida, en el buen café y en el vino pueden encontrarse algunas semejanzas. Por ejemplo la diferenciación en cuanto a origen, calidad de los granos y grados de tueste, así como el acceso a diversos métodos de elaboración, son prácticas que pueden hacernos pensar en situaciones similares.

Sin embargo las diferencias con la industria y el comercio del vino son todavía muy grandes.

A pesar de ello en el camino que debe recorrerse para apreciar ambas bebidas hay un paso que no es posible omitir: el de la degustación. Leer y oír sobre ambas es importante pero no indispensable, en cambio oler, probar, ver y tocar, sí que lo son.

Hasta ahora no se ha descubierto mejor manera de conocer y reconocer estas bebidas que a través de los sentidos, aderezados desde luego con algo de información.

Y pongo el énfasis en la degustación porque no basta con probar una vez, ni de un sólo tipo. En nuestro caso y sólo por mencionar dos aspectos, las cualidades de la frescura quedan claras cuando las comparamos en la boca y la nariz con el café viejo. Lo mismo pasa cuando se toma uno seleccionado y después gustamos aquellos que no cumplieron con la norma estricta. Esta es la manera como el gusto se forma.

La degustación es una sesión organizada para que en el mismo espacio y tiempo se ofrezcan alternativas de un producto y entonces sin mucha distancia entre ellas tengamos la posibilidad de distinguir cualidades, defectos y predilecciones.

Así ocurre en la conferencia y exposición anual de la SCAA (Specialty Coffee Association)dentro de algunos talleres y con el país que ese año acude como invitado. Además, otros países como Guatemala, Costa Rica y Colombia montan una sala especial para degustar sus cafés, pero también lo he visto en algunas cafeterías norteamericanas que desean contribuir a la formación del gusto y cultura de los parroquianos, y de sus clientes potenciales.

Recuerdo haber leído varias veces en la columna de vinos que escribe Rodolfo Gerschman, que en las exposiciones de vino uno puede acabar hasta perdiendo el equilibrio y la fluidez verbal, por las pequeñas pero repetidas dosis de vino que se beben. Yo creo que nadie concibe ni acudiría a una muestra en la que sólo se vieran las botellas y regresara a casa con abundante y bella pero inocua folletería. A ellas se va a probar.

A la única...

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