Tanta inspiración y tan poco pago...

AutorAlejandra Flores

Ser compositor en México no es un negocio, y menos si se trata de un novato, pues las casas editoras que promueven su obra ganan más que los mismos creadores.

En el País, sólo el 30 por ciento de las ganancias que genera José Alfredo Jiménez, por citar un ejemplo, llega a sus herederos, mientras que la empresa que la promueve y lleva trámites administrativos se queda con el 50 por ciento. El 20 restante es para la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).

"Ganas el 50 por ciento, pero te quitan gastos de administración, y ahora que el Gobierno cobra derechos de autor, en promedio te queda el 30 por ciento: de cada 10 pesos, la ganancia para el compositor es de 3", puntualiza José Alfredo Jiménez Jr.

Actualmente, los medios de captación para un creador son: fonomecánica (grabación de un disco) y ejecución pública (cuando se toca en palenques, conciertos, bares, etc.), esta última a cargo de la Sociedad y que se entrega sólo al compositor.

Sin embargo, cuando Tomás Méndez o Armando Manzanero aún no gozaban de fama, firmaron contratos de por vida en los que se establecía que a las editoras les corresponde el 50 por ciento de ganancias en ambos rubros.

Aunque ellos y otros compositores de su época ya tienen mayor control de su obra, esa situación sigue presentándose entre los nuevos talentos, quienes, con tal de recibir una oportunidad, ceden derechos y sacrifican ingresos, asegura Fato.

"A muchos amigos les digo que tengan cuidado. Si dan una canción, que no sea por más de 15 años, porque es injusto".

Compositores como Roberto Cantoral fueron víctimas de esta situación, pues no fue sino hasta 1996 que se estableció una ley que impide a una editora apropiarse de una obra por más de 15 años. No obstante, este ajuste no incluye los porcentajes de ganancias y no es retroactivo, por lo que las editoras que firmaron contratos de por vida seguirán cobrando el 50 por ciento del dinero que generen ciertas canciones.

"Se paga el precio de la novatada. Por ejemplo, hay cerca de 120 canciones que cedí a una editora que se llama Ave Musical, y ahora estoy luchando para recuperarlas, porque las han tenido cerca de 22 años y no las han promovido", explica Fato.

El problema es cosa añeja: Felipe Gil cuenta que las editoras se aprovechaban de que los compositores necesitaban dinero para subsistir.

"Nos agarraron por hambre, porque ellos nos financiaban. Antes, nosotros conseguíamos la grabación y nos daban un adelanto para comer.

"Incluso había un...

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