En el taller con José Agustín

AutorDaniel de la Fuente

La Biblioteca Alfredo Gracia Vicente de la Casa de la Cultura fue la sede para el taller de cuento que impartió hasta ayer el escritor José Agustín.

Albergando acervos del español, Jorge Cantú de la Garza y Manuel Rodríguez Vizcarra, el mobiliario era iluminado por la luz de la tarde que se filtraba por las ventanas, ubicadas en los cuatro puntos cardinales y que muestran las montañas regiomontanas.

Fumando a placer y bebiendo café, José Agustín se siente cómodo en la cabecera de la mesa ubicada al centro de aquel lugar hecho de madera y acero.

La sesión inicia con un texto de Luis Felipe Gómez Lomelí. Cuenta la historia de una joven que hace un viaje hacia al interior de sí misma entre estaciones del metro subterráneo. Todos escuchan el relato de voz del autor, mientras leen el texto. No despega un momento José Agustín la vista de los papeles. Atento, espulga cada coma, cada adjetivo.

Luego, los comentarios. El integrante de la "Generación de la Onda" permite que sean los demás quienes hablen primero. Seguirá él.

"Las frases en un texto pueden ser tan largas como se quiere, siempre y cuando mantengan atento al lector y no lo pierdan", explica. "Recuerden 'El Otoño del Patriarca', donde cada capítulo está conformada de una prolongadísima frase. De no estar bien construidas, se corre el riesgo de que el lector se quede sin idea de lo que se está hablando".

- Pero a veces pueden cansar frases tan largas, comenta alguien.

"Si el texto cansa está mal construido", indica. "Otra cosa es que sea muy barroco, difícil o complejo, pero si cansa es que tiene fallas. Allí están, por ejemplo, el monólogo final en 'Ulises', o algunos libros de Vicente Leñero, como 'Estudio Q', increíble, páginas y páginas sin puntuación, pero bien hechas".

José Agustín señala dos aspectos sobre el texto del autor de "Todos Santos de California": el viaje al interior del personaje se enfatiza en lo subterráneo; el temblor en las manos de la chica, la tensión.

"Esos son buenos puntos que dan sentido a este texto tan sutil, que dan congruencia estilística", menciona, para luego mencionar que el texto le recordó a "Farabeuf", de Salvador Elizondo.

Agrega que en un cuento no se requiere un final contundente, en referencia al desenlace abierto del texto de Gómez Lomelí. Los lectores avezados habrán de entender el conflicto.

"Además, uno escribe por escribir, no para lectores hipotéticos", indica.

En seguida, recuerda las lecciones de Juan José Arreola, su primer contacto en...

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