Sugerencias del gourmet / Velada divina

AutorG.L. Othón

Entrar a alguna de las viejas casonas del Barrio Antiguo de Monterrey es volver al tiempo de los abuelos. Y lo que trae recuerdos no sólo son las casas, sino los aromas a sillar y madera y a especies de la sazón de la abuela.

Quien encuentra eso, al igual que a un amigo: ha encontrado un tesoro.

A espaldas del Museo de Historia Mexicana, por Diego de Montemayor, está La Divina, Restorán Cantina, así, con nombre en verso, que nos despertó la curiosidad.

Desde la recepción en el valet parking dejan clara la importancia en el buen trato, lo que se mantendrá entre todo el personal que esmeradamente consiente a la clientela.

Así como reza un refrán entre los aficionados al buen comer, "la comida primero se come con los ojos y luego con la boca", así resaltan los espacios: techos altos, de oscuras vigas; elegantes paredes de sillar, mobiliario acorde, iluminación perfecta y una cierta acústica que hasta hace más sabroso platicar.

El primer vistazo al entrar es contundente, una barra tan bien presentada que sólo falta Pedro Infante con un buen grito para que uno también diga "señor cantinero, ¡sírvanos parejo!".

Pero nosotros íbamos por una buena cena, nos asignaron mesa sin dilación y tan rápido a como nos sirvieron salsas y totopos sazonados nos presentaron el menú. Incluye botanas, 10 variedades de tacos, cortes, cazuelas, guisos regionales, postres y bebidas.

Cada día, La Divina ofrece un platillo estrella, no dejes de revisar el menú para saber cuál es.

No era nada difícil imaginarse que el barman podría lucirse y así fue, pues pedimos un Ginebra Bombay y un Martini Cosmopolitan que resultaron magníficos.

Como el ambiente era relajado, nos divirtió pedir el "guacamole mamucas", que es un molcajete bien servido y lo "mamucas" es que le ponen un penacho de chicharrón de cerdo para acabárselo.

Despachado el presumido molcajete, nos fuimos al short rib al piquín, con una nota de advertencia: cualquier corte que elijas no olvides pedir aparte sus guarniciones, de lo contrario te llega sólo cebolla asada, tu corte y nada más.

Si bien las costillas se acercaron demasiado al fogón y se pasaron un poco, el salmón a la talla se llevó la nota alta, pues estuvo tan bien preparado y jugoso que pudo presentarse más adornado en el plato.

La carta de vinos cumple, y si bien el copeo es escaso, pusieron un Scielo de Rivero González, hecho en Parras de la Fuente, que es un ensamble de Syrah, Cabernet Sauvignon y...

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