Sugerencias del Gourmet / Perfecto debut en la Ciudad
Autor | G.L. Othón |
Qué significativa es la manera de iniciar el año. Dicen que así como se comienza, se torna su día a día y se llega a su final. Este año, como un buen augurio, lo comenzamos de forma magnífica.
Este alarde de perfecto debut también es para el 840 Grill and Oyster Bar que, recién abierto y aún sin inaugurar oficialmente, nos proporcionó la experiencia: un lugar el cual visto de cualquier ángulo, se exhibe planeado, organizado, enfocado.
Un lugar que no sólo se cimienta en talento, -uno de los recursos más escasos en casi cualquier ámbito- sino también en una evidente y perceptible inversión. No hablo sólo de inversión monetaria, sino de inversión de tiempo, disciplina, capacitación y esfuerzo.
De la cava, quisimos una botella de Shiraz Don Cayetano y de la variedad de entradas, el cebiche peruano y la alcachofa al grill. El cebiche, fresco por naturaleza, estaba exquisito; preciosamente logrado mezclando el sabor y los tonos del pescado, el chile manzano y el cilantro. La alcachofa perfumada a mezquite, daba hoja tras hoja, lo mejor de sí; a placer se aliñaba con salsa holandesa o mantequilla.
Seguimos divagando por el menú con curiosidad y nos topamos con la sopa de cebolla y un NewYork a la parrilla para mí, y para mi acompañante siempre preocupada por el Omega 3, con el salmón con mango.
La sopa era un clásico bien avenido, coronada con un gran crouton de pan y su nube de aroma a tomillo y laurel. El NewYork, con sus carnes grasas y jugosas, iba bien con la guarnición de elote asado y vegetales al grill que, de entre varias, pude elegir. El salmón, también al grill, era todo un espectáculo: color, aroma y sabor en equilibrio con el pico de gallo de mango sazón.
Lo arriba nombrado fue correctamente acompañado por tibias variedades de pan de sus hornos: focaccia con cebolla y romero, grissini con parmesano y ajonjolí, bollos de pan blanco y bollos integrales con comino. Pan recién hecho, todo un lujo en estos tiempos.
El servicio presto y gentil en todo momento, el espacio amplio, armónico, cálido, envolvente digamos; todo se conjuntó para convertir la velada en un gaudeamus.
Al final, un par de expresos de buena manufactura, y unos plátanos caramelizados y servidos con helado, nos despidieron de muy buena manera.
Quizá por los días aún ociosos y ausentes el lugar está casi vacío, quizá es que todavía pasa desapercibido, quizá es que aún no se publicita ante los medios; lo que sí puedo conjeturar es que el 840 dará mucho de qué hablar.
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