Sugerencias del gourmet / Una opípara mesa

AutorG.L. Othón

La eminentemente criolla gastronomía argentina cuenta con fieles admiradores en el mundo, pero parecería que especialmente tiene arraigo en nuestra región. Si no fuese así, resultaría inexplicable el porqué de la imparable apertura de nuevos comedores dedicados al arte de la carne y la parrilla, complementado con guisos de corte italiano.

Quizá el secreto estriba en el menú, que equilibra a placer el consumo de proteínas cárnicas, grasa y carbohidratos simples o compuestos. Paradójicamente, los amantes de la carne encuentran en ellos el sitio ideal para convidar incluso a un perfecto vegetariano, quien en el lugar menos esperado encontrará verdes ensaladas o un plato de pasta rebosando en vegetales. Seguramente es ése el secreto.

Apelando a Argentina, uno más se une a la lista y lo hace con alevosía, pues además de ubicarse en una concurrida plaza alejada de todo pero inmersa en un vecindario ávido de atenciones, se alistó con instalaciones cómodas, muebles funcionales, televisiones de pantalla plana a granel y una enorme parrilla semicircular que funciona con un buen extractor. Eso por una parte, pues hablando de cocina, también se armó con un chef oriundo, al que ya conocemos por otros proyectos en la Ciudad.

Lo visitamos en un par de ocasiones y encontramos una carta amplia y variada (que comienza desde la hora del desayuno) con cortes, pastas, ensaladas, baguettes y hasta choripanes, mas en lo degustado hubo algunas imprecisiones en tiempos y sazón que nos dejaron deseando más consistencia y cuidado por parte de los artífices detrás del cristal.

La primera vez abrimos boca con la ensalada asada, que en el papel se describía irresistible: lechugas y jitomate coronados por berenjenas, pimientos, setas y otros vegetales asados al grill. Desgraciadamente, cierta premura indefendible nos condujo a un plato casi crudo, con un impreciso aliño sin sabor; la catástrofe fue la única rodaja de berenjena: gruesa, cruda y amarga.

Seguimos con un vacío de res y ravioles al tuco, este último plato muy emblemático del chef en cuestión, pues al servirlo antes en otros restauradores había hecho buena fama.

El corte, que sufrió del mismo mal de la prisa en la parrilla, hubo que regresarlo para que alcanzara el término de cocción deseado. Una vez a punto, el disfrute se dio. Se hacía acompañar por una ensalada de lechugas y jitomate que tomaba personalidad por el aceite de ajonjolí con que fue aliñada.

La pasta, que más de alguna vez dejó grata impresión...

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