Sugerencias del Gourmet / Ausente de burbujas

AutorG.L. Othón

Su nombre y su fachada lo preconciben fresco, explosivo, burbujeante.

La ubicación no podría ser más conveniente: en una zona ávida por contar con rincones exquisitos donde reconstituirse, aparece sobrio, anunciándose en blanco y negro, dejándose entrever por los cristales que sirven a la vez de aparador para una decorosa cava.

Una vez adentro y en dominio total de la escena, la preconcepción poco a poco va viniéndose abajo.

El salón comedor no impacta, luce plano y ausente de decoración; por tanto, el patio posterior se convierte en la mejor opción para instalarse. Allí hay frescor y cielo abierto y aunque la fuente no está encendida ni abunda la vegetación, hay una sensación cómoda y tranquila, como de quien está de visita en casa de un buen amigo.

El servicio no brilla por su rapidez y eficiencia, más sí por cierto toque hacia la amabilidad. Una virtud que aún llena de buenos gestos y cordiales enunciados, no acorta el tiempo de espera ni vuelve eficaz la atención al comensal.

Siguiendo las tendencias, tienen menú a la pizarra, que varía cada día según la selección del chef y la oferta de los proveedores. La oferta no rebasa las 14 opciones entre ensaladas, entradas y platos fuertes; cosa que debería garantizar frescura, sencillez y velocidad en la preparación. Los vinos tampoco están enlistados en papel, sino que se llevan a la mesa para ser elegidos. Tratándose de tintos, no sobrepasan las 5 opciones, así que ambas manos son suficientes para acarrearlos.

Al pretender elegir un italiano espumoso, surgió la perfecta paradoja: en Lambrusco no hay Lambrusco. El lugar ha sido bautizado en honor al vino de Emilia-Romagna en cuestión, pero de momento no lo contempla en sus haberes.

Ante el desaguisado, una interesante opción salvó la velada, un Carménère Ramirana, de Ventisquero, un chileno que sorprende por su equilibrio y calidad.

Del menú compartimos la ensalada mixta, y luego seguimos con el magret de pato con arroz al coco, y la arrachera a la parrilla.

La ensalada realmente fresca, se distinguía por tener algunos cubos de queso roquefort y una lluvia de nueces caramelizadas; todo aliñado en ligera vinagreta de mostaza Dijon; una combinación exitosa.

El magret sellado, con el interior tierno y sin salsa o aliño que diera realce a su natural sabor, sobresalía por sobre un arroz con chícharos, batido y apelmazado, en donde el coco era imperceptible. El montaje se completaba con rodajas de papa. La arrachera, si bien era suave y jugosa...

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