¡Que, qué! / Suerte te dé Dios

AutorChucho Gallegos

Es asombrosa la audacia de los señores Eduardo Paz, padre e hijo, a quienes sin el capital suficiente se les ocurrió producir Qué Rico Mambo, por la influencia del éxito de Aventurera, luego de Perfume de Gardenia, y sin saber del oficio. Pero lo más increíble es que pese a que abandonaron al elenco en su estreno, y gracias a la voluntad de Maribel Guardia y el resto del reparto, salieron ganando cientos de miles de pesos porque el empresario Rubén Navarro les compró los derechos de esta obra.

PURO CUENTO

Tuvo razón Darío de León, empresario serio que se encarga del Teatro Blanquita y que trae a México shows del nivel de Elton John y Plácido Domingo, al romper la relación con los Paz. Desde el principio sospechó de la ignorancia de estos señores sobre el negocio del espectáculo y descubrió que era un engaño el rumor de millonarios para ofrecer sueldazos a los artistas. Darío ayudó a contactar a Maribel, convenció a Carlos Pascual para que escribiera la historia, que es buena y le da valor al concepto. Les presentó a los artistas, porque estos señores sólo los habían visto por televisión. Eran fans. Nadie los conoce. Les concertó cita con Ninel Conde en un restaurante modesto cerca de Televisa, y al final de la conversación, que no fructificó, los Paz se hacían tarugos con la cuenta. Cuando la llevaron se fueron al sanitario y Darío acabó pagando. La pregunta es: ¿cómo pensaban pagar los sueldazos que ofrecían a los artistas? Planeaban financiarse con la preventa de boletos de las probables funciones. Ilusos es un calificativo ligero. Los salvó de escándalos y demandas el que les hayan comprado fechas antes del estreno. Para Ripley, que con un peso se hayan convertido en millonarios estos cuates.

HIJO CONVENCE A JUANGA

En vez de ser inmensamente multimillonario, hoy Juan Gabriel sólo es millonario, por desorganizado. No supo invertir sus ganancias, compró casas en México y EU y perdió muchas de ellas por descuidos en pagos de servicios e impuestos. Su hijo Hans lo convenció de ponerse en orden...

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