Subterráneo / ¿Presidente o caudillo?

Las elecciones del próximo 2 de julio plantean un dilema: ¿queremos elegir a un presidente o queremos entregarle el país a un caudillo?

El dilema es viejo ya que, de hecho, a lo largo del siglo XX no llegamos nunca a tener un presidente, a no ser, quizá, Francisco I. Madero. Fuera de él tuvimos caudillos, "presidentes imperiales", hombres que gozaban de un poder ilimitado, hombres que al acceder a la Presidencia de la República, adquirían el control entero y absoluto del país.

Frente al Presidente de la República no había el equilibrio de ningún otro poder: los gobernadores, las Cámaras y los tribunales, desde la Suprema Corte hasta el más modesto juez de primera instancia, estaban dispuestos a obedecerlo en todo y a cambiar la ley, o a olvidarse de su existencia, si así se los sugería.

Las decisiones del presidente desconocían cualquier límite. Lo mismo podía contraer deudas impagables, dilapidar los bienes de la Nación o nacionalizar lo que creyera conveniente, que ordenar masacres -piénsese en el 68-, dedicar su tiempo a paseos, a recibir homenajes o a cualquier otra tontería.

La idea de que un deseo presidencial tenía el carácter de mandato divino y era imprescindible cumplirlo puntualmente, hizo que se construyeran aeropuertos para que aterrizara -y por una sola y única vez-, el avión presidencial; que se iniciaran obras monumentales que terminaban dejándose a medias; que se abrieran carreteras en medio de la nada que iban a ningún lado -como aquella de Ciudad Serdán que los lugareños bautizaron como el "burroférico" porque sólo llegaban a pasar burros por allá.

El despilfarro de los dineros públicos; la impunidad absoluta de "los hombres" del Presidente; los desmanes inacabables; los súbitos y brutales enriquecimientos; la compra forzada de terrenos y playas; las cuantiosas inversiones en centros turísticos de los cuales el mandatario y sus amigos eran los dueños; la corrupción de nuestra vida política; todos los males, en fin, que trae consigo el poder ilimitado, descansaban en una presidencia hereditaria que desconocía a cualquier poder capaz de ceñirlo a fronteras o imponerle equilibrios.

EL 2 DE JULIO

Lo que está en juego el próximo 2 de julio es si queremos seguir así, entregándole la...

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