Subterráneo / Cambio afortunado

Hace tiempo ya que tengo la curiosa sensación de que las mujeres mexicanas han estado creciendo, madurando su conciencia social, con más rapidez que los hombres.

Veinte años atrás, digamos al empezar la década de los ochentas, las mujeres estaban todavía en franca minoría y participaban e intervenían con cierta timidez. Hoy, en cambio, las encuentro despiertas e interesadas, decididas a saber y a entender, deseosas de participar y dispuestas a ayudar en una proporción que supera a la de los varones.

El hecho se repite con gran constancia en muy diversas circunstancias. Si se trata de una charla radiofónica con teléfono abierto, son más las mujeres que hablan para preguntar o dar sus comentarios. En los programas de televisión las llamadas femeninas superan también a las masculinas. En las conferencias públicas y en los seminarios especializados casi siempre hay más mujeres que hombres, y las descubro más y mejor dispuestas a comprometerse con nuevas soluciones, a buscar otras respuestas, a seguir otros caminos.

Por supuesto se trata sólo de una cuestión de grado, pero me atrevería a decir -así sea una impresión apenas-, que es menor la proporción de hombres que están dispuestos a cambiar: la mayor parte sigue defendiendo las soluciones y las respuestas tradicionales, aunque no sirvan, y muchos de ellos quieren conservar lo que hay, no desean testerear el barco y prefieren que las cosas sigan como están -a veces aunque sean lamentables o dañinas.

En muchas mujeres, quizá en la mayoría, hay una actitud distinta: ya no están dispuestas a conformarse con que todo siga igual y exigen cambios y transformaciones. Protestan airadamente por la contaminación, por la inseguridad, por la corrupción, por el mal gobierno y quieren saber qué hacer para lograr que las cosas cambien.

Tengo la certeza de que en el siglo por venir México cambiará, y para bien, gracias sobre todo a la participación de las mujeres mexicanas.

RIQUEZAS

Durante largos siglos nuestras sociedades se dedicaron a conservar sometida a la mujer. Se quería mujeres dóciles y abnegadas, tontas y obedientes, ignorantes y dependientes en todo del varón.

No hace siquiera siglo y medio cuando todavía se les vedaba el acceso a las universidades y se las mantenía artificialmente embrutecidas...

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