Subterráneo / Brutalidad policiaca

La ambición política de Marcelo Ebrard está empezando a tener funestas consecuencias: hay una escalada evidente en la brutalidad policíaca.

El mecanismo que vincula la ambición del secretario de Seguridad Pública del DF a los excesos de su gente es muy claro. El único medio que tiene para destacar y lograr que la ciudadanía vea en él al posible sucesor de Andrés Manuel López Obrador, es mostrarse como el hombre de la mano dura, el que está dispuesto a multiplicar las sanciones y a ser el azote de los delincuentes. Y no le queda de otra: después de todo es el jefe de la policía y los policías tienen que servirle de propaganda.

Todo mundo entiende en qué consiste el acuerdo aunque nadie haya dicho una palabra. Si por un lado hay que apoyar sin reservas la campaña electoral del secretario -lo que implica detener a quien se pueda y perseguir a todo el que se deje-, por el otro está claro que el jefe tolerará excesos evidentes y se hará de la vista gorda ante las corrupciones que no resulten aparentes. El entendimiento es de típico corte priísta: si me ayudas a llegar, te dejo hacer.

Tal vez sea necesaria una aclaración. La decisión de presentarse como el rudo de la historia, exigir penas más severas para todos los delincuentes y demandar facultades de acción más amplias para sus agentes, no tiene nada qué ver con la criminalidad: es una estrategia política, es la imagen que cree que le conviene transmitir. Lo que realmente quiere Ebrard es emplear, en beneficio de su carrera política, la cólera, la frustración, la rabia de todos los capitalinos que han sido afectados por el crimen y no han conseguido ninguna satisfacción -o sea todos.

A menudo Ebrard transmite la impresión de que él cree, realmente, que aumentando los castigos o “encareciendo el crimen”, según suele decir, los delitos van a bajar. No me atrevo a decidir el punto -quizá lo crea quizá no-, pero si lo cree está profundamente equivocado. La solución no es esa: endurecer la respuesta ante el crimen sólo lo hará más violento, pero no reducirá su incidencia.

En cualquier caso, lo que pase con la delincuencia no importa. Lo único relevante es la imagen del hombre comprometido, capaz de decisiones tajantes. Ebrard no trabaja para...

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