Del subsuelo a la protesta

AutorJorge Ricardo

Los revolucionarios de 104 años llegaban a caballo. Los nuevos revolucionarios llegan en el Metro.

Traen cartulinas, aerosol, marcadores, cordones para cercar el grupo y no perderse, banderas enrolladas, celulares listos para tuitear la foto, dejan vacíos los trenes cuando salen y suben las escaleras de la estación contando sus pasos hasta llegar a 43, el número de estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, y con un grito: "¡Justicia!".

El grito se pierde entre los edificios de Tlatelolco. A esta hora de la tarde, las 18:45, una tarde fría, con algo de llovizna, hay vecinos que salen a comprar el pan y dicen que jamás habían visto a tanta gente entre sus jardines.

"Ojalá que no les pase nada", comenta Queta González, de 66 años, quien recuerda Tlatelolco como un lugar de sangre. "Tú estás muy joven, a lo mejor ni lo imaginas"

Quizás tampoco lo imagina ese grupo que 40 minutos atrás esperaba en el Metro Hidalgo. Era unos 60, del CCH Naucalpan, del CCH Oriente y de la UAM Iztapalapa, que habían coincidido ahí y ahora esperaban algún tren vacío para llegar a Tlatelolco juntos.

Traían con ellos varios carteles: "¡Ayotzinapa vive!". "Vale más una protesta pendeja, que un pendejo que no protesta". "Peña nos tiene miedo porque somos los nuevos revolucionarios".

Pero los trenes pasaban y no podía entrar nadie. Adentro había otros gritos. Manos aferradas a tubos y pancartas, dándole de golpecitos al vagón para que no se pare. "Es como si fuera un día de trabajo", dijo un abogado de pants negro que apenas salió del trabajo y se unió a la marcha.

A veces pasaban, sin hacer parada, trenes llenos. Llega uno, con gritos de Goyas, de "Ayotzinapa vive, la lucha sigue y sigue", llega otro y el contingente de adentro grita: "El que se meta es Peña, el que se meta es Peña!". Entonces una certeza se impone: la revolución viene del sur, viene de Ciudad Universitaria, de Centro Médico, de Balderas, de Niños Héroes, porque los vagones del otro lado, que hacen base en Indios Verdes, lugar más próximo al Estado de México del PRI que de la UNAM, vienen casi vacíos.

Después de media hora llega un tren con lugares. De Hidalgo a Tlatelolco sólo hay dos estaciones, pero el tiempo basta para que los nuevos trenes revolucionarios condensen las sensaciones. Está el grupo que grita, goyas, que no los van a amedrentar, que no tienen miedo, que debe de renunciar Peña Nieto, que pregunta: "¿Por qué, por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina". Hay otros que...

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