“Sólo quiero traerme a mi hijo y darle cristiana sepultura”

Laura Sánchez Ley, corresponsal

SAN DIEGO, EU., febrero 15 (EL UNIVERSAL).- Eran las 08:45 de la mañana cuando la señora Agapita Montes Rivera llegó a Tijuana. Parecía que traía cargando todo el dolor del mundo en la espalda. Encorvada, se apoyaba del brazo de una jovencita; apenas podía caminar.

Arrastraba una pequeña maleta gris y, a pesar del calor grosero con el que amaneció la ciudad norteña, vestía un pantalón de pana y una chamarra gris esponjada; negra porque está de luto: hace cinco días su hijo Antonio Zambrano Montes fue asesinado por policías del condado de Pasco, en Washington.

Desde hace 10 años había emigrado a Estados Unidos por “la pobreza”. Recuerda Agapita que aquel día que se fue, su “Toño” agarró sus pocas pertenencias y salió de la comunidad de La Parotita en Michoacán, donde nació hace 35 años.

La mujer de piel color cobre dejaba al descubierto todo el dolor que le cayó desde el pasado martes. La delataba su rostro: esas ojeras que le llegaban a la mitad de la nariz de no dormir; las “patas de gallo” que parecían surcos escarbados por las lágrimas.

Llegó de Colima y se abrió paso entre la gente, entre los enamorados con globos de corazones y flores rojas que atiborraron el aeropuerto en 14 de febrero.“Ya te imaginarás como me siento, ¿verdad?”.

“Me siento mal, lo único que les quiero decir es que se haga justicia, es todo lo que les pido. Porque vean el video”, dijo tratando de asfixiar el sollozo que traía atorado en la garganta y conteniendo las ganas de llorar.

La mamá del migrante asesinado llegó acompañada de un joven abogado, llamado Alberto Madrigal, que fue comisionado por el ayuntamiento de Aquila —localizado en la costa de Michoacán— para apoyar a la familia. Pero Agapita no sabía a dónde ir; sólo les dijeron que tenían que dirigirse a un lugar llamado San Ysidro y pedir una visa humanitaria.“Pues qué le diré; pues yo pienso que voy a recibir un permiso, no sé”.

—¿Va por el cuerpo de su hijo señora Agapita?—, se le pregunta.

La mujer, que se mantuvo serena, deja caer una lágrima lenta, silenciosa y su tono de voz se volvió más agudo: “Es lo que quiero, llevármelo.Él era muy lindo, por eso siento mucho la muerte mi hijo”, y suelta el llanto.

No...

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