Sólo para conocedores

AutorLucila Runnacles

Si por estos días el único referente que te entregaría tu memoria al escuchar la palabra Malawi es "lugar donde Madonna adoptó a uno de sus hijos", valdría que siguieras leyendo para descubrir que también guarda pequeños paraísos inesperados. Las islas de Likoma y Chizumulu, por ejemplo.

Enormes baobabs (esos árboles típicos en algunas zonas de África que parecen tener las raíces hacia el cielo) y centenares de árboles de mangos dan la bienvenida a los muy pocos viajeros que se aventuran por esas tierras, donde los locales reciben a los turistas con los brazos abiertos y una sonrisa sincera.

Likoma está rodeada por el inmenso Lago Malawi, también conocido como Lago Nyasa, con sus cerca de 560 kilómetros de largo y unos 75 en la parte más ancha, el tercero más grande de África y el noveno del mundo.

En la inmensidad de sus aguas viven cerca de mil especies de peces y hay formaciones rocosas de casi 30 metros de altura, lo que lo convierte en un punto ideal para la práctica de buceo y esnorqueleo.

Por eso se olvida muy pronto que Malawi no cuenta con salida al mar. También por la arena fina, la increíble transparencia del agua en tonos de azul y las pequeñas olas en la playa. Y la mejor parte viene cuando se entra en el agua y uno se da cuenta de que puede abrir los ojos sin que ardan, o tragar un poco de agua sin sentir la sal que se queda en la garganta.

Likoma tiene sólo 8 kilómetros de largo, unos 7 mil habitantes y, por suerte, apenas 12 automóviles, contando ya la ambulancia y la patrulla de la policía.

Recorrerla es fácil y no lleva mucho tiempo.

Entre sus curiosos atractivos se cuenta la visita al consultorio del "Doctor Kumpalotta", un curandero cuya fama ha alcanzado a las naciones vecinas, desde donde llegan por montones con la esperanza de ser atendidos.

Según cuenta un local, ese señor de largas rastas cura cualquier enfermedad excepto SIDA, y hasta dicen que resuelve el mal de amores. El precio de sus consultas varía dependiendo del problema del paciente y de la medicina que él mismo ofrece.

Pero más allá de mítico doctor Kumpalotta, resulta interesante descubrir el lugar sin prisas. Al paso saldrá, más tarde o más temprano la Catedral anglicana de St. Peters, construida en 1903, toda en granito y ladrillos, formando una gran cruz.

Hasta ahí acuden centenares de fieles para el servicio de los domingos, cuando el lugar se llena de vida entre cantos religiosos animados y lecturas. Vale la pena subir hasta la torre para tener una...

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