Soledad González: Mujer revolucionaria y adelita de Madero

AutorManuel Cavazos Dávila

En la Revolución mexicana no sólo participaron célebres caudillos, importantes generales y renombrados políticos. También intervinieron mujeres audaces que por su valor alcanzaron grados militares, formaron parte del estado mayor de ameritados generales, supieron exponer su vida como correos o espías en terribles combates, rescataron heridos entre la tupida muralla de balas sin temor a la muerte o empuñaron las armas para defender una causa.

Una de estas mujeres, en busca de un "sepulcro de honor", fue la sampetrina Cholita, como cariñosamente fue conocida Soledad González, quien a los 10 años de edad transcribió a máquina el famoso libro La sucesión presidencial en 1910, de la autoría de Francisco I. Madero.

Cholita nació el 17 de septiembre de 1898 en una humilde casa de paredes de adobe y pisos de tierra a la orilla de la Laguna de Mayrán, en el rancho La Soledad, en San Pedro de las Colonias, Coahuila. La propiedad era de la familia Madero y de don Francisco Rivas. Julio González -padre de Cholita- era peón de la hacienda y Francisca Rodríguez, su mamá, era lavandera en la casa de Madero.

Soledad acompañaba a su mamá a la casa de los Madero -edificada frente a la plaza principal de San Pedro de las Colonias- y prácticamente se crió bajo el amparo del próspero ranchero. Ante la falta de familia propia, don Francisco se encariñó con la niña, a quien llamaba Cholita. Le impresionaba su inteligencia, su curiosidad innata y el afán de saber que mostraba la chamaca. "Dios le regaló una buena cabeza", solía decir don Francisco al referirse a Soledad.

Cholita aprovechó la oportunidad que le brindó Madero y tuvo varios maestros que influyeron en su desarrollo intelectual. Entre ellos destaca José Isabel Robles, hombre culto y capaz, que tiempo después se unió a la Revolución, se adhirió a Villa y alcanzó la gubernatura de Coahuila; Elvira Vargas Sosa, metódica, cuidadosa y ordenada, y Leonor Reyes Saucedo -doña Leonor, para los que fuimos sus alumnos-, enérgica y disciplinada. Cholita también aprendió el idioma inglés con algunos profesores que llegaron de Louisiana ex profeso para darle clases.

A nuestra querida maestra Leonor a veces le ganaba la nostalgia y en las clases de correspondencia -ahora redacción- nos dictaba cartas de Cholita para que admiráramos su escritura, su composición, su fino estilo y humor. Doña Leonor, emocionada, olvidaba su sequedad para prodigar frases llenas de admiración a la extraordinaria inteligencia de la que fue...

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