Sofía Orozco / Los dos Méxicos

AutorSofía Orozco

Cuando términos como "mercado cambiario", "precio spot", "volatilidad", "estacionalidad", "depreciación" y otras palabras con las que intentamos descifrar los vaivenes del peso y los precios de combustibles nos remiten a entes de galaxias lejanas que están fuera de control y llegan a dominar nuestro mundo, parece que no tenemos más remedio que rendirnos.

Es como si nadie en este país hubiera tenido nunca nada que ver con toma de decisiones, reformas, votos, iniciativas de ley, diseño de presupuesto de egresos o cualquier otra acción u omisión que ahora nos tiene postrados ante la incertidumbre: alza desmedida en el precio de combustibles, dólar imparable y el desagradable factor Trump; un ataque de fuerzas que termina con el mundo que conocíamos; un mundo en el que, a pesar de nuestros gobernantes, creíamos tener un poco de estabilidad económica, esperanza de crecimiento, oportunidades de cambio.

La voz de nuestro "líder máximo" así nos lo ha hecho saber en su discurso del gasolinazo: apela a que escuchemos que no es su deseo tomar una decisión así, que si no lo hacía ahora, hubiera sido más doloroso después, que lo único que quiere es preservar nuestra "estabilidad económica" para "proteger la economía de las familias". Como si el misil viniera de fuera, dice que comprende y comparte la molestia y el enojo del pueblo, pero que "todos debemos" asumir los costos de estos ajustes.

Apechugar, que le dicen. Lavado de manos, que le dicen.

Suponiendo, sin conceder, que así fuera y no tuviéramos más opción que resignarnos, bien podríamos hacerlo. Un país que ha sobrevivido crisis tras crisis, saqueo tras saqueo, error tras error, mentira tras mentira, bien puede sobrevivir un ataque alienígena, cuantimás una medida recaudatoria donde "el que más tiene, más gasta y más paga".

Todo suena muy bien si pensamos en el propietario de una camioneta de lujo con motor 5.0 y 8 cilindros; allá él que quiere y puede solventar eso y más; el panorama cambia cuando pensamos en el mexicano común: trabaja más de 50 horas semanales, gana entre 2 y 3 salarios mínimos y (según Forbes) puede destinar hasta un 50 por ciento de su ingreso en transporte público, que irremediablemente, encarecerá.

No hay sector de bienes o servicios que no se vea...

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