La sobrina sin remedio / Mi primera vez (II)

¿Recuerdan que llegué a la casa que estaba arriba de la carnicería con Jerry?

Se veía que la casa era de estudiantes, ya que en la sala no había más que un sillón desgarrado, estaba lleno de cervezas y colillas de cigarro, al ver esto me asusté y no quería entrar, pero Jerry hizo que camináramos directamente hacia la habitación sin saludar a nadie. Al llegar estaba oscuro, pero se podía apreciar que al menos la cama estaba tendida y la cabecera de la cama estaba cerca de una ventana que daba hacia la calle por donde pasaba el ruta 1.

Yo no podía creerlo, estaba a unos minutos de hacer algo, no sabía qué era, pero sabía que sería algo que recordaría siempre. Nerviosa, tímida e insegura me paré frente a la ventana pensando en ser niña buena, bajar y tomar el camión hacia mi casa o quedarme y experimentar el comienzo de mi sexualidad. Aunque Jerry tenía una personalidad fuerte frente a sus amigos, la verdad es que era muy tranquilo, no dudo que sus cuates lo hayan retado para tener su primera vez y éste aprovechó al tener una linda niña virginal desesperada por romper las barreras de los misterios carnales.

Me tomó de la mano y me sentó en la cama a un lado de él, ninguno de los dos sabía qué pasaría, nos rodeaba un silencio incómodo, comenzamos por besarnos muy sutilmente (cosa que nunca habíamos hecho), él me quitó la blusa, luego me recostó en la cama para inmediatamente despojarme de mis jeans, hizo caso omiso a todo lo que pasaba alrededor y se concentró sólo en una cosa, parecía niño con juguete nuevo, realmente inquieto me mordía mi va-gia-gia con todo y tanga, yo quería quitarlo porque tontamente pensaba que el sexo oral era bueno si una mujer se lo daba a un hombre, no al revés: vivía en un mundo machista...

Justo cuando movió mi ropa interior y sentí su lengua babosita, todos mis sentidos se encendieron, como si hubiera tocado un switch que me enviaba energía por todos los circuitos de mi cuerpo robotizado para darle vida y Jerry súper conectado al enchufe principal. Ahí entendí el uso de la almohada, ya que me la acomodé bajo mis nalguitas para alzar mi tesorito y que pudiera jugar con él a gusto, su lengua pasaba alrededor de mis labios velluditos (ya que en ese entonces sólo me rebajaba mis vellitos por no saber las técnicas de depilación completa), lamía de arriba a abajo, chupaba, succionaba y abría mis labios para meter su lengua en mi cavidad nunca antes explorada, mis manos retorcían las cobijas, mis hombros...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR