SOBREAVISO / Tiempo de traicionar

AutorRené Delgado

Desde la óptica de la moral, la traición es un disvalor. Desde la óptica de la política, "la traición es una necesidad imperiosa en los Estados democráticos desarrollados"*.

Plantear el asunto encuentra justificación por una razón coyuntural y una estructural que obligan a considerar si no es tiempo de que el presidente Enrique Peña Nieto, en su calidad de jefe de Estado, traicione al régimen que lo encumbró en el poder.

La razón coyuntural: las acciones y medidas para contener la crisis de credibilidad que afecta al régimen, lejos de atemperarla, la profundizan. La razón estructural: el país arrastra desde hace casi medio siglo una serie de crisis cíclicas -en el plazo corto, si se quiere, casi un cuarto de siglo- que vulneran su desarrollo. Calamidades políticas o económicas, a veces combinadas, de las cuales se repone sólo para caer de nuevo. Hoy, como en 1994, el país afronta una crisis de crisis: política, económica y social, pero con un añadido criminal y, en algunas regiones o sectores, con tinte insurreccional.

Si el gobierno y los tres principales partidos apostaron a la sobrevivencia del régimen a partir de un acuerdo limitado, como lo fue el Pacto por México, y éste les estalló hasta fracturarlos y hundirlos en un profundo descreimiento, no está de más ponderar si no es hora de traicionar ese régimen y replantear los fundamentos del Estado.

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Desde el ejercicio del poder, el asunto demanda arrestos para romper con el andamiaje del régimen y sacrificar a aliados así como a quienes se tenían por herederos naturales de un supuesto imperio que, hoy, se desmorona.

Asediado desde dentro y desde fuera por las antípodas de los intereses afectados con las reformas que constituyeron el eje del proyecto de gobierno, entrampado por sus propios errores y desprovisto del apoyo de las dirigencias opositoras con las que originalmente pactó, el presidente de la República está obligado a privilegiar su condición de jefe de Estado. Ello porque está en juego no sólo el gobierno, sino el Estado mismo.

Agravan la circunstancia cuatro factores clave: uno, las acciones y medidas adoptadas ante la crisis no arrojan el resultado previsto; dos, los tres principales partidos están quebrados; tres, los sectores más activos de la sociedad, del lado del capital y del trabajo, están radicalizando su postura en defensa de sus privilegios y los sectores más activos de la sociedad, empeñados en establecer condiciones de igualdad y competencia, se advierten...

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