SOBREAVISO / Pastillas contra el mareo

AutorRené Delgado

Ante tanta ocurrencia y dislate político, más vale evitar el mareo.

Síntomas para sacar de su cajita el dramamine son la sensación de aturdimiento ligero y vértigo, pero los motivos pueden ser muchos y variados. Algunos de ellos pueden ser los siguientes.

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Uno. La decisión del partido tricolor de facilitar la postulación de un simpatizante puede ser un espejismo. La apertura de los candados estatutarios en tal sentido, quizá, lleva un mensaje distinto al manifiesto: generarle al simpatizante una ilusión y aclararle al hidalgo militante-suspirante que satisface los requisitos una cuestión: no está en la lista aunque aparezca en ella. ¡Chong! Dicho de otro modo, el retiro de los candados podría servir no para ampliar el abanico de posibilidades, sino para cerrarlo.

No se vaya con la finta, prevenga el mareo.

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Dos. Cuando el aparente agraciado por la apertura de los candados mencionados recibe de golpe la luz de los reflectores y la cargada de quienes jamás lo consideraron, quién quita y le esté dando la mordida a una manzana envenenada. Al ser sobreexpuesto, la proyección de su sombra cobija, oculta y protege a quien, probablemente, sea el auténtico beneficiario de la jugada. Educación y salud se necesitan para estar en forma política y entender tan sofisticada forma de resucitar el dedazo. ¡No meadigas!

En este caso, ingiera pastillas a discreción y, de ser posible, tómese de un barandal.

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Tres. Cuando el coordinador de los senadores del PRI, Emilio Gamboa, entre chiste y broma, recorta la lista de precandidatos tricolor recién ampliada y, luego, pide a su rebaño elegir de a mentis su gallo, no abre ni democratiza la decisión del partidazo, crea las condiciones para que el jefe-jefe del partido decida a gusto, argumentando responder al sentir de la militancia.

En este caso, el mareo puede provocar una sensación más intensa de vértigo.

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Cuatro. Cuando los priistas eligen a un cordero panista para presidir al Senado y fracturan a Acción Nacional, no puede descartarse una posibilidad.

Al calor de un calderón, aumentativo de caldero -técnicamente: caldera pequeña con asa sujeta a dos argollas en la boca-, los panistas filopriistas muy probablemente se inclinen por la candidatura presidencial, si se le hace, del simpatizante priista con posibilidades.

Esos panistas ya no deshojan la margarita porque Zavala ya dejó las filas albiazules, pero saben de qué tallo político asirse. Son los lobos los que se disfrazan de cordero, no...

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