SOBREAVISO / Del pacto a la componenda

AutorRené Delgado

Por cómo tropieza la política y derrapa la elección, quizá no es una mera impresión que las tres principales fuerzas políticas -el PRI, el PAN y el PRD- pasaron del pacto político a la componenda electoral.

En esa idea, los ejes de su pragmatismo son: cumplir hasta donde se pueda los compromisos entablados entre ellos; arañarse sin herirse en la competencia electoral; tragar sin gestos los sapos que a cada uno corresponda, y cerrar filas ante el adversario, sea persona u organización, que pueda colocarlos en un predicamento. Y, desde luego, privilegiar a la clientela por encima de la ciudadanía.

Con disfraz de duro combate, el objeto de ese tongo es conservar para sí el control y el dominio de la política, a título de patrimonio exclusivo.

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El brutal fracaso de pretender sacar adelante, a troche y moche, la muy mal hecha reforma política del Distrito Federal evidencia el paso del pacto a la componenda.

Desde su origen y planteamiento -a diferencia de las reformas de 1997 y 2000 que posibilitaron elegir jefe de Gobierno y delegados-, resultaba obvio que esta reforma no atiende un reclamo ciudadano sino una necesidad de los partidos: contar con un subsidio político en la capital de la República. La élite política gana con ella, no la ciudadanía. El jefe de Gobierno (no el actual) ampliaría sus facultades, las supuestas oposiciones ganarían juego y posiciones en la Ciudad de México y la ciudadanía sufragaría el costo del acuerdo cupular que ni siquiera ha sido calculado.

Los operadores de la reforma cometieron un triple error dictado por la desesperación: uno, pretender sacarla en medio de la competencia electoral que pone mucho en juego -incluida la sucesión presidencial-; dos, desconsiderar que si bien el Senado aseguraba la aprobación en tanto que sus miembros mantienen su status, en la Cámara de Diputados sus integrantes se van sin tener claro su inmediato porvenir; y, tres, ignorar que aprobar una estructura temporal (la Asamblea Constituyente) y una definitiva (el nuevo, pesado y complicado gobierno de la Ciudad de México) sin estimar su impacto presupuestal era y es un contrasentido, un lujo en medio de la pobreza.

Dos claves para entender el destino final de esa reforma son: ¿qué ofreció el gobierno capitalino a cambio de la aprobación: mantener el mapa político de la capital en sus términos, cuando menos hasta al 2018? ¿Qué se pondrá en la mesa de la negociación con los diputados para que, en un eventual periodo extraordinario...

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