SOBREAVISO / Laberinto compartido

AutorRené Delgado

Si durante la última década del siglo pasado el PRI y el PAN adelgazaron el rol del Estado en la economía para impulsar el neoliberalismo, en lo que va de esta centuria han adelgazado el rol del Estado en el derecho y la política para frenar la transición a la democracia y asegurar su prevalencia.

De la alternancia hicieron un juego de turno en tiempo compartido, no una alternativa.

En pactos manifiestos o callados y a partir de una supuesta confrontación en el campo electoral, ambas fuerzas se han aliado en lo político a fin de establecer una democracia limitada y tutelada del centro a la derecha. Hoy, al margen del accidental desencuentro del priismo con la dirigencia albiazul, la expresión de esa alianza cobra cuerpo en la precandidatura de José Antonio Meade.

Así como ayer José Antonio Meade fue un simpatizante no declarado del partido albiazul, hoy es un simpatizante declarado del partido tricolor porque, en el fondo, él es militante del modelo económico que desde su formación académica y su práctica profesional postula y defiende. Un modelo donde los buenos índices macroeconómicos son el credo; el bienestar social, un anhelo eterno y sacrificable; la política, un mal necesario; y la pobreza, una variable constante digna de considerar sólo cuando quienes la padecen y sufren son posible carne de voto.

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Conviene, desde ahora, escindir al hombre del precandidato porque, sin poner en duda la integridad y honestidad atribuidas a José Antonio Meade, es imposible ignorar la corrupción y la impunidad del grupo que lo impulsa y que él está dispuesto a abanderar.

Es muy difícil que las virtudes de Meade irradien a sus compañeros de viaje, es más fácil que los vicios de aquellos lo infecten. Por lo pronto y al parecer sin practicarlos, cuando menos ha tolerado esos vicios: mal gasto, despilfarro, desvío o robo de recursos públicos federales, por no decir la fundación de Josefina Vázquez Mota, "la estafa maestra", el endeudamiento de los estados en beneficio de sus gobernadores hoy encarcelados, en trámite de extradición o en fuga.

Si el hombre y el precandidato se fundieran en una sola personalidad, la ruptura de Meade con ese grupo sería inevitable, pero del grupo requiere su apoyo y maquinaria para competir con posibilidad por la Presidencia de la República.

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Si, en efecto, José Antonio Meade es hombre de una pieza, más pronto que temprano se verá en un conflicto consigo mismo y, si no se tuerce, con muchos de quienes hoy lo abrazan...

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