Sobreaviso / Hervor de sangre

AutorRené Delgado

Con la mano en la cintura -como si se tratara de una cuestión sin importancia, que no debe distraernos mucho- se comienza a pronunciar y emplear con enorme facilidad la palabra "terrorismo".

Hay incluso quienes ni siquiera consideran necesario discutir si, con ese término, deben así clasificarse los bombazos ocurridos el 10 de agosto y el 10 de julio en varias válvulas de los oleoductos que atraviesan Guanajuato, Querétaro y Veracruz. En su lógica, ésos son actos de "terror", y, como tales, a los responsables es menester combatirlos y aniquilarlos porque eso de "dialogar con la guerrilla" es tiempo perdido. Por lo demás, dicen, no se puede ni se debe "dialogar" con quienes han hecho de la vía armada su forma de expresión. Si de hablar con "los terroristas" se trata, argumentan, es preciso hacerlo con su lenguaje: a punta de balazos.

Aun en las democracias desarrolladas con sólidos Estados de Derecho la forma de encarar "el terrorismo" no es asunto sencillo. Al menos no se aborda ni se simplifica, como aquí algunos radicales lo están pidiendo. El problema aquí, en México, es mucho más complicado: ni la democracia ni el Estado de derecho acaban de consolidarse y sí, en cambio, un día sí y otro también, se acumulan actos de una terrible injusticia, de una insoportable impunidad, y, por lo mismo, día con día, sin darnos cuenta, se promueve y se fomenta la violencia.

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Grandes y pequeños actos de injusticia -muchos de ellos estampados con el sello de la impunidad- se registran cada día, y, en su conjunto, entonan una oda a la violencia porque por corrupción, colusión, complicidad, negligencia u omisión la justicia resulta un valor inasible, una quimera que cuando busca realizarse se convierte en pesadilla.

Actos de injusticia que montados unos sobre otros, de pronto, aparecen como una montaña inamovible. Van desde la violación cometida contra un niño en la escuela hasta el encubrimiento de un pederasta por parte de un cardenal en funciones. Van desde la desaparición forzada de dos militantes que, por las indagatorias, probablemente convaliden la existencia de marcianos hasta el homicidio de un "naranjero" cosido a golpes por la Policía. Van desde las mentiras piadosas hasta las declaraciones colmadas de cinismo del ex Presidente de la República. Van desde la ejecución de militares y policías cuyos homicidas siempre escapan del brazo de la justicia hasta violaciones tumultuarias cometidas por soldados que reciben un muy leve castigo y la...

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