Sobreaviso / Un Gobierno entrampado

AutorRené Delgado

Una y otra vez, reiterada e insistentemente se advirtió el mazacote que estaba construyendo la clase política y cómo, en el bárbaro juego por el poder, se arrastraba a la República. Hoy, el nuevo capítulo de la semana, la impugnación jurídica del presupuesto plantea un peligro: agregar a la incertidumbre política la económico-financiera y, entonces, provocar un colapso mayor.

Lo peor es que, de nuevo, el Jefe del Ejecutivo plantea su inconformidad al Legislativo como una reyerta. La plantea con el mismo ánimo revanchista que critica y, así, lejos de llegar a una solución, puede agravarse el conflicto. El problema, por lo demás, no sólo es de índole financiera o de índole jurídica, es también de índole política porque, como el Ejecutivo y su partido precipitaron la carrera sucesoria, inscribieron el presupuesto -como muchos otros asuntos e instrumentos- en esa loca carrera. Asombra su asombro.

Si la irreflexión de los poderes Ejecutivo y Legislativo no repara en la necesidad de llegar a un acuerdo político, concreto y específico, para tratar de poner a salvo del pleito electoral algunas cuestiones del interés nacional y colocar interlocutores válidos para dialogar, el peligro de la confrontación llevará al País a escenarios cada vez más complicados.

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Primera trampa. A cuatro años de Gobierno, el Jefe del Ejecutivo debería asumir que popularidad no es sinónimo de gobernabilidad, y más todavía si considera que hasta por la naturaleza de los tiempos sexenales esa popularidad irá en declive.

La política que, desde el arranque del sexenio, el Ejecutivo adoptó frente al Legislativo fue de avasallamiento. Dio por sentado que el mandato popular acompañado de su carisma hacía innecesaria la política. Y, antes como hoy, se echa de menos la necesaria labor de cabildeo y negociación para que el presupuesto enviado a los Diputados hubiera salido mejor librado.

En ese sentido, el Ejecutivo ha dado por bueno que con enviar las iniciativas su tarea está completa y satisfecha. Ignora el trabajo político que, por fuerza, debe acompañar esos proyectos y, de ese modo, abandona a su suerte las iniciativas. El recurso siempre ha sido: el balón está en la cancha de los legisladores, yo ya envié el proyecto. Fracasan y fracasan los proyectos, y el Mandatario y su equipo resbalan toda responsabilidad echando mano del recurso de que toda la culpa es del Congreso.

Esa política de avasallamiento se quiso sostener en la elección intermedia. El eslogan panista de...

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