SOBREAVISO / El peñismo de Fox y Calderón

AutorRené Delgado

En la pérdida del poder es donde muchos políticos revelan la talla de su presunta vocación demócrata, su paz y grado de madurez. Dejar el poder, cuando la vida se ha dedicado a eso, no es algo sencillo.

En México, muchos de quienes han llegado a ese pináculo digieren con dificultad el término de su mandato y más cuando éste lleva indeleble la mancha del fraude y la ilegitimidad. Ante ese hecho a algunos de ellos los ha tentado la idea de reelegirse, a todos el deseo de dejar en su lugar a quien mejor garantice lo que consideran su legado y mejor proteja su espalda.

Quizá, desde esa óptica deba analizarse la obsesión de Felipe Calderón por intervenir en el concurso electoral y beneficiarse del resultado de esa contienda donde ya no compite.

Aun cuando Felipe Calderón intentó diferenciar su Presidencia de la de Vicente Fox, bastante parecida resultó en el empeño de impedir el eventual ascenso de la izquierda neocardenista a la jefatura del Ejecutivo.

Hoy mismo, ambos personajes coinciden no en impulsar a la candidata de su partido sino en vulnerar las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador y, por consecuencia, en respaldar al priista Enrique Peña. El matiz de por medio es menor: Fox lo hace con todo cinismo, Calderón sibilinamente al rebatir sólo las propuestas de López Obrador.

El resultado es el mismo: queda al descubierto el peñismo de las dos más emblemáticas figuras del panismo.

El peñismo de Felipe Calderón y Vicente Fox encuentra explicación histórica e ideológica en el origen mismo del partido donde, por lo pronto, todavía militan.

Si bien la nutriente original del panismo fue resistir y oponerse al priismo, en aquellos años el priismo tenía por apellido el del cardenismo. Y, a partir de 1988, sobra decirlo, la fuerza de la izquierda derivó de lo que se calificó como el neocardenismo y, obviamente, el solo recuerdo de su origen a veces les provoca arrojar espuma por la boca. La conclusión es obvia, les puede más el neocardenismo que el priismo neoliberal. En esa lógica, Andrés Manuel López Obrador es inaceptable. No Enrique Peña, porque política, ideológica y hasta religiosamente es más cercano o, al menos, tolerable.

Por lo demás, al peñismo manifiesto o disfrazado del actual y el anterior presidente de la República lo hermana un hecho: ninguno de los dos pudo colocar como candidato de su partido a quien quería -Santiago Creel y Ernesto Cordero- y quien resultó, Josefina Vázquez Mota, no les garantiza la posibilidad de...

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