SOBREAVISO / Los elitistas, el otro peligro

AutorRené Delgado

Cantilena repetida hasta el cansancio estos días es la denuncia del populismo como un peligro para México. Hay, sin embargo, otro peligro igual o peor. El peligro del elitismo que, desde su propio dogma -desde luego, también tiene el suyo-, ignora la realidad, degrada la política y, ciego, defiende sus postulados sin preocuparse por la desigualdad y la pobreza porque el futuro, ese gran momento sin fecha de caducidad, será distinto.

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La plegaria del elitismo empata con el ruego populista.

Condenado sea el populismo sin revelar que éste -como dice Daniel Innerarity- es el elitismo invertido. Censurado sea el gobierno popular, desde la imposición cupular del gobierno. Repudiado sea el populismo por instalarse en el pasado, sin creer en el presente perpetuo. Descalificada sea la solución mágica de los problemas, a partir de fórmulas complejas sin respuesta a ellos. Cubierta de gloria sea la libertad económica, sujetando a toque de queda los derechos sociales y políticos. Fustigada sea la demagogia populista, con base firme en la compra y coacción del voto.

Los elitistas son el otro polo de una batería inservible -léase, régimen-, necios en generar la chispa que ponga en marcha al país eliminando al otro polo. Ingenuos. Tanto se quieren diferenciar que, al final, se parecen.

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Los elitistas son personajes singulares. Veneran en los espejos de Palacio los acuerdos cupulares. Memorizan y entonan el himno nacional más de una vez al día, pero en el fondo no lo recuerdan. Les gusta ser honrados, pero no honestos. Defienden al Ejército en cada discurso, pero lo clavan en cada emergencia. Les fascina darse baños de pueblo con valla, siempre y cuando les preparen la tina después de hacerlo.

Los elitistas son más solemnes que serios. Nunca estrenan trajes -como dice un empresario que los conoce-, los inauguran. Cuando se ven obligados a usar corbata de listón, la costumbre los traiciona: primero la cortan y, luego, se la anudan al cuello. Si un colaborador del sector agropecuario los invita a visitar el campo, corren volando por sus zapatos de golf. Su versatilidad carece de límite, se mandan cortar camisas de vestir con acabado de guayabera por si es necesario mostrarse casuales de imprevisto. Sufren, eso sí, algunas obsesiones, les molesta que el aire acondicionado atente contra el gel estructural del cabello.

Los elitistas se declaran globalifílicos y, como nada les cuesta, les fascina viajar por el mundo sin hacer patria, rendir cuentas o...

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