SOBREAVISO / Debate desbocado

AutorRené Delgado

Todavía no se resuelven los muchos pendientes legislativos ni se reglamentan la reforma de la educación y las telecomunicaciones e, increíblemente, desde el mismo Gobierno se abre el debate sobre la reforma energética que ni siquiera ha sido presentada. ¿Tienen el Gobierno y su partido la capacidad, organización, apoyo y fuerza para precipitar ese debate?

Vale la pregunta porque la agenda política, económica y social está sobrecargada y, dicho con honestidad, no acaba de entenderse esa manía de ir al exterior a presumir cómo se va abordar un asunto interior, vinculado hasta la médula con un nacionalismo que, trasnochado o no, aflora de inmediato en cuanto se habla del recurso petrolero.

Anticipar el debate de esa reforma no sólo la pone ante el peligro de frustrarla, sino también de tropezarse en aquellas otras reformas donde ya se dieron los primeros pasos. ¿Cuál es la tirada?

El cuadro económico muy lejos está de ser el deseable. Ya se redujo una vez el pronóstico del crecimiento y, probablemente, sea necesario volver a bajar. Aun cuando se anuncia que en días se verá la inversión pública, en los hechos el ritmo lo marca la desaceleración económica y mejor ni hablar de las turbulencias que sacuden a la Bolsa y el peso. Se genera algo de empleo, pero muy por debajo del necesario.

Un cuadro agravado por dos factores, uno interno y otro externo. El interno: la inseguridad atemoriza la inversión, ahí está el señalamiento del Consejo Ejecutivo de Empresas Globales. El externo: las grandes economías, las potencias pues, no ven la luz al final del túnel, más bien a oscuras se preguntan si alguien sabe qué tan largo es el túnel.

Esa es la circunstancia económica, y la social no acaba de mutar su signo de desesperación por el de la esperanza. A la violencia criminal, se suman la social y la política. La social con mil rostros, la política enmascarada. No hay día que Miguel Ángel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam no oigan tocar a su puerta nuevos problemas, desafiando su capacidad para atemperar la violencia y rediseñar las respectivas instituciones a su cargo. Cada incidente, cada desbocamiento social amenaza con colapsar el conjunto del cuadro.

Rociar de petróleo ese pastizal es una desmesura.

El cuadro político es todavía mucho, mucho más complicado.

Los partidos están partidos. Los Gobernadores, aferrados a la idea de escriturar a su nombre el predio bajo su dominio. La sana incertidumbre electoral convertida en falta de certeza política. El...

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