Sobreaviso / Crucigrama electoral

AutorRené Delgado

Hasta ahora, los candidatos presidenciales pretenden ceñirse la corona de la victoria electoral a partir de la exhibición de los errores, la corrupción, el despilfarro o los desatinos de su adversario para, de ese modo, presentarse como el príncipe... del lodazal donde retozan en conjunto. En nada les incomoda ser el tuerto del reino de los ciegos.

El anticipo de su campaña ha sido ese. Toma por ejes el error del contrario, no el acierto propio. La efectividad de la propaganda, no la sustancia de la propuesta. La distancia y no la cercanía con su partido.

Ese es el juego que los candidatos proponen a la ciudadanía, pero éste se puede cambiar. Si el electorado rechaza el rol del comparse en el concurso y aplica herramientas distintas para analizar a candidatos y partidos, podría escapar al juego de las simpatías y antipatías fincado en la magia y el engaño de la propaganda. Le daría otro contenido a la campaña electoral 2006.

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Uno. Si en verdad el presidencialismo ya no es lo que era, es preciso comprender la elección en su conjunto. Reconocer que pone en perspectiva la configuración de dos poderes y no sólo de uno.

Lo ocurrido de 1997 a la fecha obliga a reconsiderar la sobrevaloración de la elección presidencial frente a la minusvaloración de la elección legislativa. La segunda mitad del sexenio zedillista y el conjunto del sexenio foxista llama a afinar la idea del "gobierno dividido" mandatado, desde hace nueve años, por el electorado e ignorado o incomprendido por los partidos.

De ahí la importancia de analizar tanto la candidatura presidencial como las candidaturas a la próxima legislatura. Los probables legisladores serán quienes allanen o dificulten el desempeño del Poder Ejecutivo. Si no se revalora la elección legislativa, por bueno que sea el próximo Presidente de la República podría quedar maniatado en la silla.

No se trata de escudriñar a los cientos de candidatos que buscarán asiento en el Congreso. Pero sí de prestarle atención a quienes integrarán el estado mayor de cada fracción parlamentaria, como también a esos personajes que, por buenas o pésimas razones, encarnan el emblema de la cultura o la subcultura política que promueve su partido.

Nomás de imaginar a priistas como Arturo Montiel o José Murat, a panistas como Santiago Creel o Felipe González o a perredistas como Miguel Bortolini o Armando Quintero como los nuevos padres de la patria, la idea de un país distinto es punto menos que imposible.

El análisis de los...

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