SOBREAVISO / El aura de Fuentes

AutorRené Delgado

Para Silvia Lemus.

Es una obviedad pero, desde antes de morir, Carlos Fuentes ya era inmortal.

La dimensión -estatura, talla y peso- de su pensamiento se hizo evidente mucho antes del martes pasado, quizá, desde el momento en que ayudó a encontrarnos en el espejo de nuestra identidad y dualidad, ubicándonos en el concierto y el desconcierto internacional. Hoy, pese a su inmortalidad, dos ingredientes agrandan su ausencia. Uno, nos hemos vuelto a perder, el país vive un enorme y trágico desencuentro. Dos, vivimos días oscuros y su partida marca el fin del prototipo del intelectual que, aun en el vértigo, guarda la serenidad, la sabiduría y la velocidad para darnos luces de por dónde podría correr de mejor manera la vida, en tanto realización y posibilidad.

Un domingo cualquiera -así intituló un texto en Reforma, el 9 de diciembre de 2001- escribió: "Quienes nos iremos más pronto que tarde de la vida, no dejamos atrás un mundo mejor al que conocimos de jóvenes. Dan ganas de dar gracias: Ya no veremos lo peor. Dan ganas de dar pena: Qué triste es ser joven en un mundo como éste. Pero qué desafiante, qué creativo, qué imaginativo también, ser joven, ser viejo y seguir siendo humano".

* * *

Carlos Fuentes se fue cuando de nuevo, cómo si la historia no hubiera dado más de una lección, México afronta problemas con su libertad y su capacidad de expresión.

Se fue cuando absurdamente se sataniza la expresión de los universitarios sin advertir que, en su superficie y su fondo, manifiestan el hartazgo de enormes sectores de la sociedad frente a un modelo que ofrece por futuro un presente prolongado. Exigir urbanidad y propiedad en la expresión, cuando la clase política es incapaz de elaborar un discurso, amparado en el debate y el acuerdo, para darle perspectiva al país como nación, es tanto como pedirles a los jóvenes ser cómplices en el juego de la simulación que oculta el fracaso de su clase dirigente.

Ahí hay un problema de expresión que cobra otra magnitud cuando un sacerdote renuncia a su labor pastoral con los migrantes por amenazas de muerte. Qué dicen el gobierno, los partidos y los candidatos al respecto. Si la expresión principal del padre Alejandro Solalinde ha sido acallada por el crimen y, a su pesar, deja a quienes se convirtieron en su razón de ser, con qué cara se puede pedir hacer uso de la palabra con mesura y propiedad, si la palabra le ha sido expropiada a quienes con su voz particular hablan por quienes nunca la tuvieron.

Y, por...

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