SOBREAVISO / Asunto de familias

AutorRené Delgado

Metafóricamente y no, en Michoacán se ventilan asuntos de familia. De la familia Godoy, de la familia Cárdenas, de la familia Calderón, de la familia criminal, de la familia política... y, se sabe, nada lastima más que los asuntos de familia mal llevados. Cuando eso ocurre, surgen distanciamientos y rupturas, sacrificios insospechados y pleitos de sangre.

De los cárteles que la Administración calderonista combate hay dos particularmente peligrosos: La Familia Michoacana y Los Zetas.

Ambos grupos criminales son los únicos a los que se les denomina de un modo distinto del resto. No se les identifica por su radio de operación original, como a los cárteles del Golfo, del Pacífico, de Juárez... No, se les reconoce por un valor distinto al del epicentro de su actuación criminal.

A Los Zetas se les denomina así por el código de comunicación que utilizaban cuando formaban filas en el Ejército y, justo, en su origen militar, encuentra explicación su peligrosidad. No sólo son criminales, son desertores y traidores. Y eso, entre los profesionales de las armas, supone un acto de lesa lealtad, honor y disciplina. Los Zetas lo tienen bien claro y saben que cuando chocan con el Ejército, no sólo confrontan a las fuerzas del orden sino a la institución que traicionaron. Esa singularidad les da una condición distinta.

El caso de La Familia también es peculiar. La sola denominación de ese grupo criminal revela el valor puesto en juego para insertarse no sólo territorial sino socialmente y cómo, a partir de él, armó -en el doble sentido de la expresión- su organización criminal y su mística social. Tiene, pues, una filosofía que le da un encuadramiento distinto y, por lo visto, la Administración calderonista no ha entendido esa diferencia. Se combate a La Familia como a cualquier grupo criminal y, sobra reiterarlo, no todos los criminales son iguales ni se les puede combatir de la misma manera.

Más de una vez se ha dicho: la Administración calderonista combate al crimen con fuerza, pero sin inteligencia ni estrategia. En esa lógica primitiva, la lucha se reduce a un asunto de efectivos, de altas y bajas, de bocas de fuego, de pertrechos y, sobra decirlo, ese enfoque aleja la victoria sobre una organización criminal de ese tipo.

Combatir a una familia, a La Familia, es asunto mucho más complejo. Exige una operación que rebasa con mucho el ámbito policial y militar, exige una labor político-social de convencimiento para desmantelar las redes y los soportes...

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