SOBREAVISO / Posición de la oposición

AutorRené Delgado

Sin posibilidad de presumir su colaboración con el gobierno y su partido para coronar -a nivel legislativo- las reformas estructurales, el panismo y el perredismo encaran un desafío: reposicionarse de cara al electorado en tan sólo... ¡ocho meses!

De octubre a junio, ambas fuerzas deberán atender y afrontar varios frentes simultáneos: arrostrar al priismo, competir entre ellas, cuidar el flanco ante los nuevos partidos y atemperar los conflictos al interior de sus estructuras. En suma, estarán al centro de un laberinto donde, cualquier resbalón, podría dejarlas muy mal paradas si no es que provocarles fracturas mayores a las ya sufridas.

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Las dirigencias panista y perredista jugaron con osadía e inteligencia su circunstancia al inicio del sexenio.

Sin desconocer la debilidad que afectaba el liderazgo de sus direcciones y, por lo mismo, el aseguramiento del control de sus formaciones, el Pacto por México les dio a esas oposiciones oportunidad de consolidarse a partir de la interlocución y la negociación con el gobierno. De la debilidad, hicieron fortaleza y, en ese sentido, ninguna de las tres partes desaprovechó la ocasión. Las dirigencias opositoras se consolidaron hacia fuera de su partido, aunque no hacia adentro.

Agotada esa fase, tanto el grupo de Gustavo Madero en Acción Nacional como la corriente de Los Chuchos en el partido del sol azteca entendieron la urgencia de legitimar su dirección al interior de sus partidos. Ambas corrientes jugaron bien sus cartas. A través de la elección por primera vez de la militancia, Madero renovó y consolidó su mandato hacia dentro de Acción Nacional y ensanchó su margen de maniobra. A su vez, depositando en el Instituto Nacional Electoral la organización de la elección de su Consejo, Los Chuchos han confirmado su hegemonía dentro del perredismo y han recibido una bocanada de oxígeno.

En esa condición, las dirigencias opositoras entran a otra fase. Una etapa donde, sin poder romper la relación fincada con el gobierno, se ven obligadas a marcar distancia y diferencia con él y entre ellas. Operación nada sencilla.

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Parte del desafío del panismo y del perredismo consiste en que las reformas donde pusieron el mayor acento -la electoral en el caso del blanquiazul; la hacendaria en el caso del negriamarillo- no arrojan aún su eventual beneficio y sí, en cambio, perjuicios. Y, entonces, su inversión política no rinde los dividendos esperados.

El impacto presupuestal de la reforma electoral en la...

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