SOBREAVISO / Abdicación

AutorRené Delgado

Los modos y términos de su trabajo y desempeño no hablan de la reivindicación del Poder Legislativo, sino de su abdicación en favor del Ejecutivo y las dirigencias partidistas... a costa de la democracia y la ciudadanía.

Cada vez son más los indicios de que, en aras de sacar adelante la reglamentación de la reforma energética a su gusto, el Ejecutivo está dejando al Legislativo hacer un galimatías jurídico del régimen electoral sin renunciar a invadir, por debajo de la mesa, la esfera de las atribuciones de este último. Y los legisladores, con la mira puesta en llevar agua a su partido y arrojar migajas a los agentes colaterales a su servicio, abdican de sus funciones. Coinciden ambos poderes, sin embargo, en un punto: estrechar la puerta de la participación ciudadana ya que, en su concepto, política es patrimonio exclusivo de ellos, monopolio de su capricho.

En ese esquema, valga el absurdo, los legisladores no legislan: transan con las leyes, con los nombramientos de consejeros, comisionados, magistrados y ministros, con su propio voto en las sesiones, con su próxima ambición, con las partidas presupuestales, con el pago del servicio recibido o por recibir, con el orden del día... denigran su mandato, desgarran la dignidad de su investidura y, en su vesania, aseguran su prevalencia en una democracia vacía de contenido.

Salvo contadas excepciones, los legisladores tienen por único horizonte el del interés personal y del grupo partidista donde militan. Bajo esa óptica, poco les importa azolvar aún más los canales de participación civilizada y alentar la espiral de la violencia social y criminal que cada día se manifiesta.

En el reino del cinismo, la pusilanimidad política comparte territorio con la impunidad criminal y la inestabilidad social se precipita. En ese pantano con o sin petróleo, la certidumbre jurídica y la estabilidad política se derrumban.

¿Cuáles son los indicios de la abdicación del Poder Legislativo a legislar, debatir y representar?

· · ·

Uno. Un legislador no puede consagrar un derecho en la Constitución y abrogarlo en el reglamento. Tal perversión convierte a la Carta Magna en un catálogo de anhelos y a la ley en un articulado de frustraciones.

A título de ilustración de tal engaño, vale mencionar sólo dos. Uno, en la pretendida reglamentación de la reforma de telecomunicaciones se limita lo consagrado en la Constitución. Dos, en la reforma electoral se garantiza en la Constitución el derecho ciudadano a postularse como...

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