Paraíso Perdido / La historia detrás de un violín

AutorRafael Aviña

El 2004 fue sin duda uno de los momentos más álgidos del Centro de Capacitación Cinematográfica. Ese año, coin- cidían cuatro mediometrajes documentales de notable factura e inteligente realismo social y corte periodístico, géneros poco abordados por el CCC y de referencia obligada en la otra gran escuela de cine, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Lo que quedó fue Pancho, de Amir Galván, que era el retrato de un criminal reincidente que iniciaba su proceso de liberación; Relatos desde el encierro, de Guadalupe Miranda, que narraba la experiencia emocional de un grupo de reclusas en un penal de Jalisco; Trópico de cáncer, de Eugenio Polgovsky, el seguimiento de una realidad desesperada: familias que sobreviven de la cacería de animales en el desierto de San Luis Potosí.

Y, por último, Tierra caliente... se mueren los que la mueven, de Francisco Vargas Quevedo, que contaba los incansables intentos del octogenario violinista don Ángel Tavira -carente de una mano- por preservar la música de Tierra Caliente. No se sabe con seguridad si fueron los testimonios valientes de aquellos hombres de la Sierra, el entusiasmo de su fabuloso protagonista o tal vez que Vargas haya nacido en el mítico año de 1968, el hecho es que no sólo conectó con Tavira, sino con una realidad social imposible de ocultar y fue entonces que involucró al viejo en un corto de 30 minutos que funcionaba como la base de la que hoy es sin duda la primera obra maestra del cine mexicano del siglo 21: El violín (2006), actualmente en cartelera, gracias al apoyo de Canana Films y la revista Proceso.

Con estudios en el INBA, Comunicación por la UAM y Realización por el CCC, Francisco Vargas filmó su corto El violín, que le serviría para levantar su posterior largometraje homónimo, producido por él mismo y por sus cómplices en el CCC, Ángeles Castro y Hugo Rodríguez, e iniciar así una larga gira por todo el mundo cosechando más de 30 premios internacionales, obteniendo no sólo el reconocimiento mundial, sino una larga permanencia en la cartelera francesa antes de su estreno en México.

En El violín, todo resulta armonioso. Ni le sobra, ni le falta. El guión del propio cineasta es de una contundencia dramática fuera de serie a pesar de su aparente sencillez, en un relato que depara sorpresas y adelanta la acción, escena tras escena. Aquí los niños realmente parecen niños, los desplazados parecen en verdad desplazados, las prostitutas de la cantina rascuache están en el...

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