Desde la Sinagoga / Para no lastimar a nuestros hermanos

AutorRabino Moisés Kaiman

Hace unos días me habló un señor y me pidió que le diera una cita para venir a platicar conmigo.

Al llegar a mi casa me di cuenta de que era un hombre joven, no mayor de 50 años, pero que aparentaba muchos más.

Me contó que últimamente estaba muy preocupado, él no acostumbraba visitar el panteón y en fechas recientes un buen amigo falleció y fue a su entierro.

Al llegar al panteón se impresionó de ver tantas tumbas, hombres y mujeres de diferentes edades e inclusive niños.

Esta visión lo hizo pensar en su propia vida y se dio cuenta de que podemos morir en cualquier momento y que él no tenía nada para llevarse al otro mundo.

Le conté que cuando yo estudiaba en la ciudad de Vielistock, en Polonia, un día murió un hombre joven muy importante; a su sepelio fueron muchas personas y todos lloraban por la pérdida, en ese momento el Rabino del lugar dijo:

"Todos somos candidatos a morir, pero como no podemos morir todos juntos cada día muere alguno; pero nadie nos vamos a escapar de esto, es por ello que como no sabemos cuándo será nuestro último día, debemos portarnos como Dios manda siempre".

El hombre me contó que en su vida no había hecho cosas buenas, al contrario, cuando entraba en algún negocio si podía robaba algo y si alguien le prestaba dinero, no lo devolvía.

Le dije que nuestra ley es muy estricta en cuanto a esos asuntos, y le platiqué que en Polonia, especialmente en los pueblos chicos, las personas tenían sus pequeñas huertas y generalmente poseían una vaca que les daba la leche y de ella hacían quesos para el consumo personal, y si sobraba lo vendían.

Hay una historia muy famosa del Gran Sabio El...

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