Jesús Silva-Herzog Márquez / Paz contra Paz

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Octavio Paz nunca dejará de ofrecernos su mirada. Como el clásico que es, le hablará a las generaciones venideras y ayudará a perfilar identidades -sea por afinidad o por oposición. No desaparecerá del horizonte cultural de México, nunca nos será indiferente. Algunos sentirán el hechizo de su universo completo; la mayoría escogerá un trozo de Paz: unos su poesía, otros su crítica de arte, la biografía de Sor Juana, sus apuntes sobre el erotismo. Algunos preferirán al joven Paz, otros al maduro. Muchos afilarán cuchillos en su piedra. Pensarlo como contrincante será siempre atractivo. La crítica que él ejerció como una pasión vital llama a las dos relaciones: la admiración y el desapego; el elogio y el reparo.

Los homenajes oficiales del centenario amenazan con convertir en estatua al crítico. El incansable experimentador transformado en catálogo de frases para los discursos. Salones Octavio Paz; en letras de oro, Octavio Paz; en los billetes de lotería, Octavio Paz; en espectaculares y camiones, Octavio Paz. Paz musicalizado; Paz fosilizado. Cruel ironía, el hombre que denunció al dinero como la araña que convertía en moscas a los hombres, transformado en moneda acuñada por el Banco de México. El hombre que quemaba billetes, prestando cara al dinero. La celebración de Paz, meritoria por muchas razones, deslumbrante por su convocatoria y organización, resulta también irritante por hegemónica: el poder político y el poder económico, los medios y los partidos, las universidades y los diarios en afanosa competencia de elogios. No me he ahorrado los míos: más que convencerme, Octavio Paz me conmueve. Me maravillan la limpieza y la hondura de su razón sensible. Por eso mismo me incomoda la aplanadora de los aplausos. El poeta se erige en Autoridad Inapelable por decreto del poder y los negocios, negación absoluta de la hélice crítica.

Octavio Paz sigue siendo una presencia abrumadora, en alguna medida, aplastante. No hay territorio que no haya recorrido, no hay sitio donde no haya dejado huella. Es cierto que a Paz se le lee mal: como pensador concluyente. Su tono puede ser, en ocasiones, imperativo, su vehemencia polémica era, sin duda, demoledora. Pero nunca dejó de ser un ensayista en la plenitud del sentido original: un escritor que no solo expone ideas sino...

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