Jesús Silva-Herzog Márquez / Exigencias de la privacidad

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La contradicción que se despliega en cualquier puesto de periódico es la clave de una incoherencia profunda. En una revista del corazón se nos invita a conocer los rincones ocultos de la casa presidencial. Se trata de la enésima entrevista en la que la señora Fox nos abre su corazón. En el periódico que descansa a un lado de la revista, encontramos la enérgica declaración de la señora Fox defendiendo con firmeza su derecho a la privacidad. Marta, la ubicua, es también su argumento y su refutación. Ostentar la vida privada, llorar en público por los sufrimientos familiares, exhibir hasta la saciedad los lazos conyugales y, al mismo tiempo, vestirse como policía del templo doméstico, censor de los fisgones que examinan las amarguras de su familia, víctima de malvados inquisidores. En un reportaje gráfico, encontramos la muestra más reciente del uso político de sus relaciones privadas. En una declaración pública, la explotadora de su propia intimidad, se torna celosa defensora de las cortinas de lo privado. ¿Se puede ser exhibicionista en la casa de Big Brother por la noche y predicador de Provida por la mañana?

Si la vida privada de los individuos -incluyendo, por supuesto, la vida privada de las personas públicas- es una de las columnas de la civilidad, hay que reconocer que tiene límites y conlleva responsabilidades. La cortina de lo privado ha sido durante mucho tiempo el velo del delito. Nadie tiene derecho de entrar a mi casa y ver la manera como disciplino a mis hijos. Si elijo un feroz método de disciplina, es un asunto privado, si le produzco a mis hijos lesiones gravísimas, a nadie más que a mi propia familia le compete juzgarlo. La privacidad es aquí refugio de fechorías. Los secretos de la casa terminan donde empiezan los derechos de los individuos y las responsabilidades protectoras del Estado. Nadie puede alegar que cualquier cosa que hace dentro de su departamento es de su exclusiva incumbencia. ¿Podría aceptarse que el derecho a la privacidad incluye el derecho de torturar a mis parientes, siempre y cuando lo haga dentro del domicilio familiar? Cuando se habla de la comisión de delitos, del abuso de poder, del aprovechamiento de una posición de responsabilidad pública para extraer ventajas personales, no cabe el argumento de la privacía.

No puede pensarse que la privacidad sea un valor moral o político absoluto. La defensa de la vida privada, en efecto, puede volverse una coartada. Si examinas los negocios de mi esposa estás...

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