¿Qué sigue?

AutorDenise Dresser

La politóloga Denise Dresser analiza la situación de México en su nuevo libro ¿Qué sigue? 20 Lecciones para ser ciudadano ante un país en riesgo. Con autorización de Penguin Random House, publicamos el Capítulo 1 de la obra.

1. No te vuelvas porrista

En 2012 el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) parecía impensable. Resultaba difícil creer que la población promovería la restauración del sistema de partido dominante que tanto daño le había hecho al país. Un mexicano votando por el PRI era como un alemán votando para reconstruir el muro de Berlín. Así de improbable: así de regresivo.

Pero millones salieron a apoyar a Enrique Peña Nieto y después de haber sacado al priismo de Los Pinos el votante mexicano lo regresó ahí, como si no hubiéramos aprendido las lecciones del pasado, o catado los costos que impone el antiguo PRI como forma de vida y repartición el botín. Fue un déjà vu fatídico. Un sexenio del "nuevo PRI" tan parecido al viejo PRI en sus usos y costumbres. Una oferta de modernización que se volvió tapadera para la corrupción.

En 2018 el voto por Andrés Manuel López Obrador parecía el antídoto adecuado; una forma de rescatar la democracia perdida y el gobierno corrompido. Ahora sorprende ver cómo muchos de sus seguidores, promotores y facilitadores fueron seducidos por una promesa de cambio que se distancia de las aspiraciones democráticas y la transformación deseable. El lopezobradorismo fomenta una plétora de ideas francamente xenofóbicas, visiblemente patrioteras y abiertamente autoritarias. Al inicio de su mandato esto no era evidente, porque durante la campaña presidencial AMLO se moderó, se domesticó, jamás dijo que pensaba desmantelar al Instituto Nacional Electoral (INE), o embestir a la Suprema Corte, o militarizar aún más a México, o elegir por dedazo a su sucesora. Pero ya en el poder se radicalizó, y su ataque a los medios, su agresión al INE y al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), su promoción de la Ley de la Industria Eléctrica, su defensa de Félix Salgado Macedonio y su endiosamiento de las Fuerzas Armadas son solo algunos botones de muestra. La 4T es cada vez más antinstitucional, anticonstitucional, antifeminista, antiglobalista, antiderechos y antidemocrática.

El oficialismo lopezobradorista se ha revelado tal como es. Su objetivo no ha sido que el gobierno funcione mejor. La meta es que el gobierno sea más partidista, que la justicia sea más politizada, que la Suprema Corte sea más dócil, que los órganos autónomos sean más gubernamentales, y que los ciudadanos sean más dependientes del presidente. Para justificar que rompen la ley o se saltan la Constitución o toman decisiones contraproducentes, AMLO y los amloístas han creado enemigos existenciales. El PRIAN, los conservadores, los constructores privados, las energías renovables, las mujeres, Iberdrola, los acaparadores de vacunas, la prensa sicaria, la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La división de México en bandos de puros e impuros hace difícil mantener la conversación con quienes antes eran aliados o interlocutores o compañeros de luchas cívicas. En cualquier momento, cualquier analista, escritor, periodista o activista es transformado en el artífice de una conspiración. ¿Qué está pasando?

Como sugiere Anne Applebaum en Twilight of Democracy: The Seductive Lure of Authoritarianism, en ciertas condiciones, cualquier sociedad puede voltearse en contra de la democracia, y más aún si era frágil o fallida. Ello requiere un líder protoautoritario con un cortejo de escritores, intelectuales, propagandistas, moneros, youtuberos, directores de medios y de comunicación social que moldean su imagen para el público. Los nuevos autoritarios necesitan personas que den voz a los agravios, manipulen el descontento, canalicen el enojo y planeen la panacea. Necesitan de aquellos que sacrificarán la búsqueda de la verdad en nombre de una lealtad tribal o una "pasión de clase".

La proclividad autoritaria está viva hoy en la nueva élite de la 4T, que es más conservadora, machista, robespieriana e incongruente de lo que se cree. Son hombres y mujeres que quieren derrocar, saltar, minar o destruir instituciones existentes, en lugar de dedicar tiempo a su remodelación. Algunos han demostrado ser profundamente religiosos. Profundamente antigringos. Profundamente misóginos. Muchos buscan redefinir a México conforme a sus cánones, quieren reescribir el contrato social para colocarse en la punta de la pirámide, rechazan la cacofonía del pluralismo, e intentan alterar las reglas de la democracia disfuncional para nunca perder el poder. Son los seducidos por el autoritarismo disfrazado como preocupación por los pobres y recuperación de la soberanía perdida.

¿Qué habrá pensado el exsecretario de Hacienda Arturo Herrera sobre los recortes presupuestales exigidos constantemente por AMLO y cómo iban destruyendo la capacidad operativa del gobierno? ¿Qué habrá sentido Marcelo Ebrard al anunciar los vuelos provenientes de China y Argentina, con insumos o medicamentos que debieron comprarse con antelación para el Covid-19, por los cuales después paga un sobreprecio? ¿Qué habrá opinado Luisa María Alcalde sobre la pérdida brutal del empleo que el gobierno no protegió...

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