SIGNOS / Justicia Divina

“¡No hay derecho, no hay derecho!”, repite incesantemente doña Susanita del Niño Jesús, cada vez que se encuentra en la tortillería, en la carnicería, en la lechería o en el mercado, a alguna de las muchachas que durante décadas se han encargado de los asuntos de la parroquia del barrio.

A doña Susanita no le cabe en la cabeza que algunos malandrines de muy negras entrañas e inconfesables vicios, desconsiderados y diabólicamente audaces, se anden metiendo con las cosas, los bienes y con los hombres de la Iglesia. Aunque después de refl exionar, le queda claro que varios de esos desvergonzados, de cuyo nombre todavía no se tiene certeza, podrían ir directamente al infierno, si no fuera por la gran bondad de Dios Padre.

Pero le sigue dando vueltas al asunto, y entre rezo y rezo, sólo alcanza a mover la cabeza con contrariedad, pues no puede concebir que alguien se hayan atrevido a atentar contra una de las instituciones, que por lo menos para ella, mujer piadosa, conservadora y seria, le parece de lo más sagrado.

Como siempre, doña Susanita va y viene, con su comedimiento de años, que le identifica como una de las fieles más devotas y más respetables de la parroquia de su barrio.

Ayer, muy tempranito, salió a comprar su METRO, nada más para enterarse a detalle de lo que le ha pasando a la madre iglesia católica, apostólica y romana.

“¡No hay derecho, no hay derecho!”, exclama para sus adentros doña Susanita, cuando corrobora que en un periodo de apenas un año, el Arzobispado de Guadalajara ha sido víctima de dos notables robos o abusos de confianza.

Porque hace como un año, de las mismas oficinas que están en el área en la que...

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