Los signos de este gobierno

Fecha de publicación14 Mayo 2019
AutorCarlos AlbertoMartínez

Los primeros seis meses de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador nos permiten comenzar a dilucidar de manera general su estrategia económica al igual que abren la puerta para encontrar algunos elementos positivos de lo que podría ser su legado económico hacia el futuro. Durante este tiempo, es evidente que nuestro jefe de Estado ha estado aprendiendo que los límites de la poderosa Presidencia de la República Mexicana se encuentran en las finanzas públicas. Como pocos países, México tiene en la figura presidencial una institución que prácticamente lo puede todo. Sin embargo, esta aparente capacidad para resolver los problemas nacionales se topa con el límite de la chequera del Estado. En el caso mexicano, el límite de las finanzas públicas es estrecho, producto de la crónica debilidad fiscal, ya que la mayoría de las personas que trabajan no pagan impuestos por nuestra añeja tolerancia a la informalidad, la falsa creencia de que el gobierno lo debe hacer todo y a nuestra poca vocación a utilizar la política tributaria como promotora de la inversión privada, orientándola básicamente a la extracción de sus rentas y no a su generación.

En cada inicio de administración ocurre un duro enfrentamiento con la realidad presupuestal que es cada vez en más fuerte no sólo por lo descrito anteriormente, sino por lo creciente de los compromisos de las pensiones, las enormes canonjías acumuladas por los sindicatos oficiales y los intereses del pago de la deuda, tanto interna como externa. Esta realidad hace necesario encontrar formas cada vez más lúcidas de colaboración entre los capitales privados con los limitados recursos públicos. Igualmente, orilla a nuestra economía a buscar generar una mayor riqueza sustentado en valores agregados y, para el caso del Estado, a no postergar más la indispensable ampliación de la base tributaria pues hoy día sólo cuatro de cada 10 personas que tienen alguna fuente de ingresos contribuyen al gasto público.

Durante sus primeros seis meses, el gobierno federal ha demostrado su inequívoca intención de establecer una administración austera que deje de lado el dispendio y la opulencia que caracterizaron al sexenio pasado. A la frivolidad y derroche que desde el jefe del Ejecutivo se permeaba al resto del gobierno, se sumó el incremento de la deuda como proporción del PIB que llegó a tales niveles que alertaron peligrosamente sobre nuestra calificación soberana, corrigiéndose al final de la...

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